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La esperada ventana del buen tiempo

La mitad del campo base avanzado se hallaba descansando, harta de levantar la cabeza al cielo para ver sólo nubes de color amenazador, cuando ocurrió lo inesperado: sol. Fue el viernes, y los pocos integrantes de las expediciones españolas que permanecían acampadas a 6400 metros salieron en estampida hacia el campo 2, a 7.600 metros. De golpe, la expedición navarra Retena Odisea, Juanito Oiarzabal, Alberto Zerain e Iñaki Kerejeta, estos últimos miembros de la expedición de TVE, se juntaron en el campo 2, unos para pernoctar allí y el resto para montar el campo, descender y recuperarse de los esfuerzos. El viaje fue mi primera experiencia por encima de los 7.600 metros, una caminata ininterrumpida desde el campo base avanzado, a 6.400 metros. Pasado el campo, se extiende una arista de nieve que conduce directamente a las tiendas del campo 2. La cima del Everest, a la derecha, domina la ascensión, aunque a ratos la pendiente es tan pronunciada que al levantar la vista uno sólo puede ver el cielo, la nieve y la cuerda fija a la que nos asimos para progresar. Cada cual escoge su ritmo, en función de su estado de aclimatación, del peso que acarree o de sus fuerzas. Ochenta metros por encima mío, un personaje embutido en un buzo rojo grita cada cinco o seis minutos. Imposible entenderle. Sus lamentos son sobrecogedores. Acelero, esto es, trato de dar quince pasos sin detenerme, cuando antes podía pasar de los 10 pasos ininterrumpidos. Estoy a punto de alcanzarle cuando veo de qué se trataba: harto de doblarse sobre sí mismo, el sujeto reclamaba un bastón al alpinista que viajaba delante suyo, en este caso, el navarro Mikel Zabalza.

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Le adelanto a cámara lenta, el final de la arista parece alejarse y la cuerda fija está poblada de cuerpos aparentemente inertes con la mirada fija en los crampones que avanzan con desgana, impulsados por cuerpos en lucha con la altura. Las piernas no duelen porque se mueven a ritmo de fila de cine. Pero el pecho salta alocado y dicta sin piedad pausas cada vez más próximas y prolongadas. Bienvenidos al recibidor de los 8.000 metros.

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