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Pasolini

LUIS GARCÍA MONTERO

La Universidad de Granada le dedica un homenaje a Pier Paolo Pasolini. Cuando se cumplen 25 años de su muerte, la reflexión ética y estética de este incómodo italiano conserva una extraña e implacable actualidad, como si la Historia se hubiese empeñado en darle la razón. Sus profecías extremas no eran el manifiesto de un poeta radical, sino el análisis minucioso de un racionalista terco. Cuando anunciaba la llegada a las orillas europeas de los africanos heridos por la pobreza, cuando denunciaba el carácter genocida de la globalización, cuando discutía el papel de los partidos tradicionales y las evoluciones de la clase obrera, cuando señalaba el poder homologador del consumismo y la capacidad televisiva de convertir la realidad en un simulacro, Pasolini describía nuestro futuro.

Hay biografías que son una frontera histórica, la experiencia de una melancolía. Nacido en 1922, sufrió en su juventud la dictadura fascista y el poder nazi, educándose sentimentalmente en la Italia campesina y en un optimismo histórico dispuesto a conquistar la libertad individual, vital, y a conseguir una transformación solidaria de la realidad. Pero el destino conmovió el suelo en el que quería apoyarse, y en 1949, después de que un informe policial hiciese pública la homosexualidad de Pasolini, fue expulsado del Partido Comunista. La lucha entre pasión e ideología, entre vida e institución, marca desde entonces una perspectiva que se había formado en la poética moderna de Baudelaire y en la observación de las realidades fugaces. Esto le llevó a descubrir el cambio antropológico que sufre Italia después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la industrialización vertiginosa condujo al país a los códigos del consumo, un nuevo fascismo según el poeta, por su poder de homologación y por sus implacables mecanismos de control. Italia entra en la Poshistoria, la política de izquierdas se oficializa, incapaz de comprender la nueva mesa en la que se juegan las cartas de la emancipación, y Pasolini se descubre como "una fuerza del pasado", hijo de un mundo desaparecido, de un país educado en la pobreza y en la ilusión política, que se diluye vertiginosamente en el egoísmo consumista. Italia firma un nuevo pacto social: a cambio de un bienestar económico, el pueblo se compromete ante el poder a desaparecer, a olvidarse del mundo, a aceptar una idea degradada de la felicidad, a renunciar a su propia historia para confundirse en las modas de los otros países desaparecidos y adinerados. Pasolini analiza la Poshistoria en poemas y artículos polémicos, desde Las cenizas de Gramsci hasta Las cartas luteranas, libros que pueden ser hoy muy útiles para abrir preguntas sobre la nueva realidad española y la mayoría absoluta de la derecha. Superado el fascismo de Mussolini, el poeta italiano se interesó por las formas de control y de poder en las llamadas sociedades libres, un interrogatorio imprescindible para la verdadera renovación de la izquierda.

Mariano Maresca, coordinador del homenaje a Pasolini y buen ejemplo de ese placer adulto que ofrecen la inteligencia y los sentidos, es una de las personas que siguen haciendo habitable la ciudad de Granada.

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