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Gran coalición

Euskadi es una democracia joven y es también un país cansado. Ambas circunstancias la convierten en especialmente vulnerable a los embates de la bestia. Guardada como daga contra el tirano en los años oscuros, hoy la hidra ponzoñosa (ETA) mata a quien trata de enterrarla y a todos confunde. Muy señaladamente cuando ha sido irresponsablemente convocada a escena por quien, como representante de todos, debiera haberla combatido. En un trance así, tras un gesto de cinismo nazi al que llamaron tregua, la confusión se apodera de la ciudadanía y el cansancio se hace presente. La misma democracia se tambalea.Llegados a este punto se imponen dos tareas en el orden político que impidan una definitiva bajada a los abismos. La resistencia ciudadana -tan dignamente representada el martes por Vidal de Nicolás- no basta, debe adquirir forma política. Se impone pues, en primer lugar, recuperar la fortaleza del Gobierno, y, en segundo, un acuerdo para enterrar definitivamente la hidra totalitaria. Ambas cosas pasan por unas elecciones en las que la ciudadanía recupere el pulso democrático y los partidos tengan ocasión de reformular sus estrategias. Se requiere un acuerdo básico de leal compromiso democrático y una visión generosa y estratégica por parte de quienes la pudieran liderar. De recorrerse, el camino será necesariamente sinuoso, de suerte que cada cual -muy especialmente el PNV- se desprenda de todo aquello que le lastra. Elecciones, por tanto, Gobierno sólido y destrucción de la hidra.

El primer escollo a salvar es la convocatoria de unas elecciones. Sería largo de contar, pero siendo obvio que deben celebrarse, lo es también que hay que darle tiempo al tiempo. El PNV (el partido; otra cosa son Ibarretxe o estratega-Egibar) debe disponer de un margen para recomponerse. También la oposición para madurar su alternativa. Las elecciones deben celebrarse, mejor antes que tarde, pero deben ser requeridas con sosiego.

De unas elecciones -desengáñense los amantes de la novedad- no saldrá un Parlamento muy distinto del actual. Y, en este punto -con la felicitación por el buen hacer de Rabanera-, Alava no es el modelo. Cuando el 1966 Alemania se encontró con una grave recesión económica y ante el ascenso de los neonazis de Von Thadden, recurrió a la gran coalición entre la CDU y el FDP. Ese sí puede ser un modelo. Naturalmente, no contaron con los neonazis. Tampoco aquí puede contarse con una HB portadora de la ponzoña violenta, legitimadora del asesinato como una forma más de hacer política.

Finalmente, todo ello debe formar parte de un acuerdo para enterrar la hidra de ETA. Esto pasa por un análisis sosegado y ajustado de los hechos. La hidra que todo lo emponzoña es el totalitarismo violento. La ciénaga en la que crece tiene formas variadas. Aquí, cierto, el caldo de cultivo es el nacionalismo, pero para Sendero Luminoso, en Perú, o para el GRAPO aquí es el socialismo. Por su parte, los nacionalistas deben asumir que ETA nada tiene que ver con ellos y sus reivindicaciones. Es sustantivo desterrar a ETA de la política y limitarla a la delincuencia. En cuanto a quienes la apoyan o justifican, los hay de toda condición. Los hay ciegos fanáticos (vergüenza y oprobio a los cartelistas de Andoáin) y los hay descreídos de la legitimidad del Estado en el uso de la violencia (GAL), los hay mezquinos y los hay que admiran a Koldo Mitxelena (aunque no honren su memoria). Y los hay deslumbrados-atemorizados por la tutela romántica de ETA. Con todos ellos sólo cabe la pedagogía democrática y la ley; que vean al que delinque como delincuente y al héroe en la cárcel: caerá del pedestal. La democracia no es sólo una forma de gobierno, requiere de una larga cultura que se transmita de generación en generación, una cultura portadora de valores éticos. No hay atajos para eso (como el ensayado por los Arzalluz y Egibar); hay que elegir y perseverar. Se eligió el Estatuto como común denominador y en ello se debe perseverar.

Cierto que nada parecido se ve en el actual escenario político. Pero es una necesidad y como tal se plantea. Siempre hay tiempo para el escepticismo.

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