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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

María Zambrano

El 23 de abril, uno de los titulares de su diario calificaba a María Zambrano como inclasificable pen-Viene de la página anterior sadora. Sin embargo, en el artículo se la encasillaba como profundamente católica. Por si esta clasificación no fuera ya suficientemente precisa, se añadía que en la guerra civil fue condenada a muerte por los dos bandos, es decir, que se la volvía a clasificar esta vez como ciudadana epicena o neutral.

El 4 de mayo, una lectora daba un paso adelante y, dando por sentado que Zambrano era "profundamente católica", sostenía que ello no era incompatible con su reconocida condición de persona comprometida con la izquierda y progresista. Más bien venía a sugerir esta lectora, en el caso de esta filósofa, que el catolicismo y el izquierdismo constituían rasgos indisolubles.

Es comprensible que los barros del artículo trajeran los lodos de la carta al director, pero, en honor a la verdad y a la memoria de Zambrano, quisiera que alguien nos encontrara en su obra alguna demostración escrita de ése su supuesto catolicismo profundo. Por lo que se refiere a sus no menos supuestas condenas a muerte durante la guerra civil, también nos gustaría que, mediante cualquier tipo de testimonio y/o documento, alguien nos convenciera de la verdad de tan insólito aserto. Tengo el privilegio de poder testimoniar sobre los dos rasgos zambranianos que hoy nos preocupan y estoy seguro de que no me dejarán mentir los otros afortunados que, con mejores títulos, también pueden hacerlo: tanto por sus obras como por su vida, me consta que doña María investigó el misterio siempre entendiéndolo como límite de la razón y siempre usando ésta -o la palabra, que viene a ser lo mismo- como único instrumento. Si esto es "profundo catolicismo", sólo me queda admitir que estaba equivocado al suponer que el creyente, católico u otro, resolvía a través de un perverso atajo el problema de lo desconocido, de lo que (todavía, quizá apostillara Zambrano) escapa a la palabra, así sea ésta la palabra Dios.

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Por otra parte, termino añadiendo que no fue condenada a muerte por ninguno de los dos bandos en guerra. Pero que nadie se llame a engaño: Zambrano fue toda su vida profundamente republicana, como lo demostraron todas sus actividades ciudadanas, entre ellas que no volviera del exilio hasta que tuvo ciertas garantías de poder escapar al fétido aliento de los filósofos oficiales.- .

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