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Mario Vargas Llosa dice que Perú vive una dictadura y pide el voto para el rival de Fujimori

Alfredo Bryce Echenique le preguntó a Mario Vargas Llosa, al final de la presentación peruana de la novela La fiesta del Chivo (Alfaguara), si iba a escribir otra vez sobre los dictadores. De forma irónica, quien fuera candidato a la presidencia de su país hace 10 años, hoy es un opositor manifiesto del régimen de Alberto Fujimori y ha escrito ya tres novelas en las que la dictadura es protagonista, exclamó: "¡Las dictaduras me persiguen!".

El auditorio, más de 2.000 personas en el anfiteatro de la Universidad de Lima, prorrumpió en una carcajada y le tributó al novelista una de las múltiples ovaciones que recibió a lo largo de la noche. Fue su reencuentro con Perú, en plena campaña electoral, que él no ha desaprovechado para calificar de dictador a Fujimori y para pedir el voto por el candidato que quiere desbancarlo, Alejandro Toledo.Mario Vargas Llosa ha sido, a lo largo de los cuatro días de su estancia en Lima, otra vez un oponente de Fujimori. Cree que el presidente es un dictador desde que en 1992 desbarató el Congreso y se dio a sí mismo un golpe de Estado, y ha denunciado por todos los medios los manejos dictatoriales de su presidencia. Una cadena de televisión ha vuelto a ofrecer el debate que tuvieron los dos en 1990, cuando se enfrentaron en aquella contienda electoral. Por otra parte, en todas sus intervenciones públicas siempre le han pedido a Vargas Llosa que ofrezca paralelismos entre los servidores más sanguinarios del dictador Trujillo, en cuya época se basa La fiesta del Chivo, y el hombre más temido del régimen de Fujimori, su asesor presidencial Vladimiro Montesinos, que controla los hilos policiales y militares y, en general, la inteligencia peruana. El novelista no se ha recatado: ha calificado a Montesinos de criminal y de ladrón y ha deplorado que el estado actual de la justicia peruana sea tal que permita que tanto Montesinos como sus cómplices anden libres por Lima.

En la presentación de la novela, Vargas Llosa reconoció que en cada país donde hubo dictadura han hallado similitudes entre los personajes de la novela y sus propios ejemplos. "¿Va a escribir su propia fiesta del Chino?", le preguntaron aludiendo al apelativo que recibe Fujimori. "La vida me ha hecho especialista en dictaduras. Pero entre mis proyectos no está ése". Conversación en la Catedral, de 1970, es la otra gran novela sobre la dictadura publicada por él. Acosado desde 1992 por el Gobierno de Fujimori por la actitud que tomó tras el golpe de Estado, Vargas Llosa siempre ha sido una bestia negra del régimen surgido entonces; la numerosa prensa adicta a Fujimori le ha llamado desde entonces traidor a la patria, y esta semana no se ha producido una excepción.

"Esperanza de cambio"

Sin embargo, la fuerza que ha alcanzado el opositor Toledo, al que Vargas Llosa no ha regateado su apoyo, "como una esperanza peruana de cambio", y la repercusión que ha tenido su novela en Perú, parecen haber devuelto el fervor literario y el respeto popular por el novelista antes denostado. En concreto, el acto de presentación universitaria de su novela se convirtió en un plebiscito en el que resultó aclamado, en medio de su propia emoción, por más de 2.000 personas, entre las cuales se hallaban el ex presidente Fernando Belaúnde Terry y el alcalde limeño, Jaime Andrade.

Aunque se trataba de hablar de Trujillo y de su largo periodo dictatorial, fue inevitable que cada alusión a la dictadura del Chivo dominicano tuviera una lectura peruana, a veces en medio del regocijo del auditorio. Fernando Rospigliosi, analista político que intervino en la presentación, le preguntó a Vargas Llosa, de frente: "¿Qué nos enseña la dictadura de Trujillo sobre Perú?". El novelista le respondió: "La dictadura es para una sociedad el mal absoluto. Deja un saldo de desastre y de corrupción que llega a infectar todas las actividades de una sociedad; no vale la apelación a la necesidad de la fuerza para imponer el orden ni vale tampoco la obsesión del dictador para dejar obras civiles. En 1992 hubo aquí un golpe de Estado y no hubo una respuesta nacional resuelta; muchos creyeron que ésa podía ser la solución, y ahora ven todos qué difícil es sacudirse una dictadura que hoy cuenta con unos instrumentos sofisticados que no tenía la dictadura de Trujillo".

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El novelista reconoció su "repugnancia invencible por esos sistemas que degradan al ser humano", que nacen del miedo que percibió en su juventud en la propia sociedad peruana frente a los dictadores, y expresó su "irritación contra esos sistemas que nos obligan a callarnos, a aceptar las mentiras y a veces a decirlas". A su lado, su colega peruano Alfredo Bryce Echenique, que vive en Lima desde hace más de un año, después de una larga estancia en Europa, resumió esa misma sensación: "A mí me avergüenzan las dictaduras".

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