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Los gallos de Ática

Narra Patricio Gannon, en el libro En los pasos de Pausanias, su encuentro con George Katsimbalis, uno de los mejores conocedores de la literatura griega, tanto de la clásica como de la contemporánea. Su erudición era tan asombrosa que Henry Miller lo inmortalizó en su obra sobre Grecia El Coloso de Maroussi, donde el coloso no es otro que el extraordinario y excéntrico Katsimbalis. Lawrence Durrell también le aseguró la posteridad con una anécdota sin duda sabrosa: en una de las visitas que realizaron juntos a la Acrópolis, Katsimbalis le preguntó a Durrell y a un amigo que lo acompañaba: "¿Queréis oír el canto de los gallos de Ática?", y en aquel instante voceó uno de los más estridentes "kiririki" que se hayan escuchado en Grecia. La sorpresa de Durell y su acompañante fue comprobar cómo su grito gallináceo era contestado y se propagaba de gallo en gallo por toda Atenas, en una especie de eco zoológico inverosímil.Convendrán, pues, que Patricio Gannon consignase en su libro sobre Grecia su encuentro con Katsimbalis. Tener de albaceas de la inmortalidad a Miller y Durrell era, sin duda, una garantía. Cuando el argentino Gannon se reunió con el excéntrico erudito, este último le rogó que le hablase en español, aunque no entendía el idioma. Y dice Gannon: "Le divertía que yo le proporcionase palabras de nuestra lengua para demostrarme de forma práctica la cantidad de voces en español que procedían directamente del griego. En su tierra, me decía, la población entera habla griego sin saberlo. Parecíamos loros repetiendo palabras sin conocer su significado, ni su origen".

Esa misma impresión tuve hace unos dias mientras visitaba la exposición de la Fundació Bancaixa Oriente en Occidente. Antiguos iconos valencianos. Es una auténtica maravilla introducirse en ese fascinante mundo de la iconología, recordar que la voz icono significa en griego "imagen", y que todos los pintores iconográficos reproducían la faz de Jesús que quedó indeleblemente grabada en un pañuelo. Según la tradición, una mujer se arriesgó a secar el sudor de la frente de Cristo durante la subida al Calvario, fijándose milagrosamente en aquel paño blanco los rasgos de Jesús. Por eso aquella imagen se conoció como acheropita ("no hecha por mano de hombre") y aquella mujer recibió el nombre de Verónica, es decir, la personificación de verum icon, la verdadera imagen de Cristo.

¡Tenía razón Katsimbalis! ¡Hablamos griego sin saberlo! En esta excelente muestra de iconos valencianos (sin duda, hay que felicitar a Nuria Blaya, comisaria de la exposición), no cesan las sorpresas. Y lo mismo sucede en la bellísima exposición Cinc segles i un dia, organizada por la Universitat de València bajo la atenta supervisión de Santiago Albiñana (y que se clausurará el próximo día 10 de mayo), donde se explica la historia de nuestra universidad, desde su fundación hasta nuestros días. Es una exposición llena de detalles, desde el funcionamiento del astrolabio de Jeroni Muñoz hasta la impresionante sala de los códices e incunables. Y entre la muchas anécdotas que sorprenden al visitante, figura ese descubrimiento del significado de las palabras. A lo largo de la exposición se va detallando el origen etimológico de diversos términos académicos, como rector, cátedra, bedel, aula, bártulos... Y la sorpresa asoma en la cara del visitante cuando, por ejemplo, descubre que la expresión "liar los bártulos" hace referencia a los libros del juriconsulto Bartolo, profesor de derecho romano en Bolonia y cabeza de la escuela de los comentaristas, cuyos libros eran de tan enorme tamaño y peso, que su traslado era considerado por los estudiantes como un auténtico suplicio.

El tiempo ha ido puliendo las palabras como si se tratasen de cantos rodados de un río, hasta el extremo de que a menudo su procedencia se nos hace irreconocible. Cuentan que aquel grito que profirió Katsimbalis, aquella tarde desde el Partenón, se prolongó de gallo en gallo por toda la geografía de Grecia, traspasando las fronteras y cruzando Eurasia y después América, en un desenfrenado cacareo que alcanzó finalmente al último gallo de la Patagonia. Y a veces pienso que a los hombres nos sucede algo parecido: nos llegan los ecos de aquellas palabras acuñadas a lo largo de los siglos, y las repetimos sin conocer ni su origen ni su historia.

Martí Domínguez es escritor.

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