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Reportaje:

ETA arrastra al PNV y EA en su estrategia de enfrentamiento civil

Miguel González

En los documentos que ETA difundió hace una semana, a través del diario Gara, la organización terrorista ofrecía por vez primera su análisis sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco, en julio de 1997. Contra todas las evidencias, ETA no admite que aquel crimen fuese, además, un error estratégico ni que la impresionante movilización ciudadana que desencadenó, en Euskadi y en toda España, estuviera en el origen del alto el fuego decretado en septiembre de 1998.Lejos de ello, ETA se jacta en su escrito de que el secuestro y ejecución sumarísima del concejal del PP fue "clave para todas las partes, pues dejó en evidencia el enfrentamiento entre España y Euskal Herria a un nivel como ninguna otra acción había hecho hasta entonces".

Agudizar el enfrentamiento, no tanto con España sino con un amplio sector de la sociedad vasca, a la que se empuja hacia la guerra civil, es el camino elegido por ETA. Precisamente el Foro Ermua, uno de cuyos fundadores fue José Luis López de Lacalle, surgió como reacción por el asesinato de Blanco.

Si el asesinato del teniente coronel Pedro Antonio Blanco, el primero tras la ruptura de la tregua, y el atentado contra un vehículo de la Guardia Civil en Intxaurrondo se incluían en los objetivos tradicionales de ETA, la muerte del secretario general del PSE alavés, Fernando Buesa, y de su escolta, Jorge Díez, apuntaba al propósito de azuzar un enfrentamiento civil entre nacionalistas y no nacionalistas.

La diferencia entre la situación de julio de 1997 y la actual radica en que, entonces, ETA se encontró aislada frente a la movilización ciudadana, mientras que ahora le acompañan PNV y EA.

Porque los nacionalistas democráticos y los terroristas ya no sólo comparten el objetivo último -la autodeterminación de Euskal Herria- e incluso el instrumento táctico -el Pacto de Lizarra-, sino también los enemigos. López de Lacalle pertenecía a las dos instituciones que los dirigentes del PNV y sus medios afines han convertido últimamente en sus bestias negras: el Foro Ermua y la prensa. Ambos han sido atacados con tanta virulencia por los nacionalistas moderados -tachándoles de "enemigos del pueblo vasco"- que les resulta imposible desmarcarse.

Hasta ahora, ETA no había atentado contra miembros del Foro Ermua, quienes sí habían sido víctimas de sus cachorros de la mal llamada kale borroka. El propio domicilio de López de Lacalle fue atacado con botellas incendiarias en febrero. "Los de segunda y tercera división tenemos la amenaza de los cócteles y los de primera, la amenaza de la bomba", dijo entonces. Se equivocó. Todos están amenazados. La violencia callejera es un aviso, o un complemento. Así se "socializa el sufrimiento", según el término acuñado por ETA.

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Respecto a la prensa, los paquetes-bomba enviados al periodista de Radio Nacional Carlos Herrera y al subdirector de La Razón Jesús María Zuloaga ya evidenciaban que ETA está dispuesta a asesinar a periodistas.

Lo más revelador de la actual estrategia de ETA es su total desprecio por la reacción del nacionalismo moderado. Lejos de intentar salvar su relación con Xabier Arzalluz y demás dirigentes del PNV y EA, ETA les pone contra las cuerdas y ridiculiza al publicar sus acuerdos secretos y dar la razón al ministro Mayor al afirmar que su tregua fue "por supuesto" una tregua-trampa.

ETA actúa convencida de que alimentando la crispación social no debilitará la unión entre los nacionalistas sino que, por el contrario, la reforzará; al escindir a la sociedad vasca en dos bloques irreconciliables.

El comportamiento hasta el presente de PNV y EA le ha dado la razón. Condenas aparte, el Pacto de Lizarra sigue en pie. El acuerdo de legislatura que permitió la investidura de Ibarretxe como lehendakari, gracias al apoyo de EH, está formalmente roto, pero éste no ha sacado las consecuencias lógicas de la pérdida de la mayoría: dimitir o convocar elecciones. Aunque EH anunció que sólo acudiría al Parlamento vasco cuando conviniese a su proyecto de "construcción nacional", lo ha hecho cada vez que sus votos han sido necesarios para evitar una derrota del Gobierno.

Políticamente, el Ejecutivo de Ibarretxe está en "respiración asistida", según expresión de un político no nacionalista, pendiente de que EH prolongue su existencia o le deje caer cuando más convenga a Otegi. O mejor dicho, a ETA. Porque una de las virtudes que ha tenido el conocimiento de las conversaciones que la organización terrorista mantuvo en el verano de 1998 con PNV y EA es el nulo papel que ésta atribuye a su brazo político. ETA no consideró necesario invitar a la formación de la izquierda abertzale a las negociaciones, dando por descontado que ésta asumiría cualquier resultado. Las especulaciones sobre una ruptura o distanciamiento entre EH y ETA se demuestran ilusorias.

La estrategia de ETA es clara: agudizar el enfrentamiento con el Estado y sembrar el miedo y el odio en la sociedad vasca. La combinación del tiro en la nuca y de la kale borroka conduce a una verdadera limpieza étnica: expulsa del País Vasco, o condena al ostracismo, a todos los que no caben en la Euskal Herria que se pretende construir. Amedrentando a la prensa, ETA pretende que se mantenga "neutral" -según la expresión de Otegi- ante el crimen. Se trata de ulsterizar el País Vasco, ahora que Irlanda del Norte se desulsteriza.

En cambio, el PNV no muestra una estrategia propia. Ibarretxe se limita a ganar tiempo, a la espera de que otra tregua -que ETA no parece dispuesta a regalarle- le permita reeditar el pacto con EH. Su horizonte llega hasta otoño, cuando debe aprobar los presupuestos, o hasta 2001, si prorroga los actuales.

Matando a Buesa y López de Lacalle, próximo a los socialistas, ETA ha dinamitado cualquier posibilidad de pacto entre PNV y PSOE. La banda se ha ocupado de quemar las naves al nacionalismo moderado. Así, no tendría más salida que acompañar a ETA en su huida hacia delante. Hacia el abismo.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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