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Puros, toros

Que no fume el presidente de la Junta de Andalucía me parece muy bien, pero que los chamacos andaluces de a pie tengamos que soportar el humo de los puros de tanto tío largando fumatas en los locales públicos me parece una descomunal gamberrada por parte de ese tipo de chimeneas. El humo de los puros debería ser aspirado exclusivamente por quienes los fuman, ya sea en el restaurante de la esquina, ya en el real de la feria de Sevilla, ya en la Delegación de Hacienda, ya en la puñetera plaza de toros.Allá con sus humos quienes practican habitualmente la felación al puro, pero no veo ni un sólo motivo para que quienes no somos habituales de dicha práctica estemos en la obligación de pillar rasca del puro ajeno. Puros y toros bien pudieran ser dos espectáculos reducidos al ámbito del dormitorio de los partidarios de ambas perversiones, ya que para los que no las vemos con buenos ojos, ni buenos pulmones ni olfato predispuesto, ambas calamidades no son más que eso: desenfrenos propios de tiranuchos cubanos y de caudillitos españoles respectivamente, dicho sea sin ánimo de ofender a cubanos ni a españoles.

Precisamente por matar toros, el sacamondongos de Guinea Ecuatorial puso hace poco en entredicho los hábitos democráticos del Gobierno de España y de todos los ciudadanos de este país. "¿Qué me van a enseñar sobre derechos humanos unos hombres que todas las tardes matan toros en las plazas de sus ciudades?", espetó ante la comunidad de gobernantes africanos el chupa mantecas de aquella república, sin saber que, además de apiolar cornúpetas, el personal anda por esas plazas del diablo succionando canutos de hojas de tabaco y soplando humazos a diestro y siniestro en tanto se finiquita al bicho de turno.

Bravo por Manuel Chaves, que no fuma, y más bravo por una hipotética próxima decisión del gobierno andaluz según la cual cada quisque se cascará el puro en su casa, nunca en público. Suponer que todo lo relacionado con las salvajadas cometidas contra aquellos animales con astas sea objeto de prohibiciones de alguna clase me parece un exceso de hipótesis o de optimismo y, por qué no, una discriminación por razones de naturaleza, pues es sabido que buena parte del respetable pierde su garbo por los cuernos precisamente.

: hablando de garbosos, caigo ahora en el derrote de tricornio que le asestara un tal Antonio David a una especie de Goliat del tracatraca llamada Roci-Hito -Maruja Torres dixit-, probablemente como homenaje a la fiesta nacional. Según cuenta RTVE, el ex multante casado con la hija de la faraonaza cónyuge del torero también dedicó las tardes de gloria de su matrimonio a dar estocadas en pubis extraconyugal, de modo que no es charol todo lo que reluce en la testa del ex guardia ni en la cachola de la inevitable modelucha.

Así las cosas, cabe suponer con demasiadas probabilidades de acierto que haya gentes dentro y fuera de los ruedos a las que les crecen los puros en cuanto sus cónyuges se alejan unos metros de la barrera. Pues eso: que echarle la fumarada al prójimo es tan malo, por lo menos, como un par de cuernos, propios y del toro.

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