Pedro Telechea debuta en la dirección con un filme folletinesco
Las anjanas son hadas benéficas, según la tradición oral cantábrica. Unos seres que habitan los bosques y que protegen a los seres que se sienten perdidos. Como desorientada está la protagonista del primer largometraje dirigido por Pedro Telechea, El invierno de las anjanas, una muchacha de buena familia (Elena Anaya) cuyo prometido (Eduardo Noriega) parece haber muerto en la guerra de Cuba. La acción transcurre a finales del siglo XIX en el norte de la Península y, en palabras del director, retrata "una historia de amor en una época en la que todavía existían individuos". El invierno de las anjanas se estrenará el viernes 12 de mayo. Se trata de un filme de época realizado, según explicaron sus responsables ayer en una presentación en Barcelona, con unos medios bastante ajustados -con la ayuda de las instituciones de Cantabria- y con poco tiempo. Fueron seis semanas de un rodaje que Anaya definió como "el más bonito, pero también el más duro", de cuantos ha vivido. En él ha tenido que ponerse en la piel de una chica enamorada de un joven anarquista cuyo nombre aparece impreso en una lista de caídos en Cuba. En línea con el tono romántico y folletinesco de un guión firmado por el mismo Telechea y Diego Modino, ella se niega a aceptar la noticia de la muerte de su prometido y su familia la encierra en un manicomio.
Telechea contó que su intención era convertir el amor entre los dos protagonistas en un "elemento revolucionario" y contraponer los principios de "libertad individual" a los de la "disciplina de grupo". La libertad individual está representada por Anaya y Noriega, que luchan desesperadamente por reencontrarse aun en contra de la evidencia de la muerte y de la presión social. La disciplina de grupo está encarnada en la familia de la chica: su cuñado (Juan Diego) y su padre (Fernando Vivanco), miembros, ambos, de una burguesía con intereses políticos y económicos en la perpetuación de la contienda en la isla. Pero también en los compañeros anarquistas del chico, entre los cuales aparece Antonio Resines, que anteponen la lucha colectiva a los intereses personales.
