La naturaleza muerta
El simple goce que produce la contemplación de un paisaje hermoso fue el criterio que animó a los primeros conservacionistas españoles, influidos por las corrientes románticas que defendían la estética de lo grandioso. Y en la naturaleza, estas ideas encontraban su mejor expresión en la montaña, salpicada de valles y lagos que se asemejan a imágenes pictóricas. Así nació, en 1918, el primer Parque Nacional del país, el de la Montaña de Covadonga y de las Peñas Santas, al que vivieron a sumarse otros territorios, como Ordesa o el Teide, en cuya declaración también primaron las consideraciones estéticas.Al margen del Parque Nacional de Doñana, declarado en 1969, y que marca precisamente el inicio de una época en la que se imponen los criterios ecológicos sobre los estéticos, cuando en abril de 1984 la Junta de Andalucía asumió las competencias en materia de espacios naturales solo se había otorgado protección al Torcal de Antequera (Málaga), territorio en el que destacan los valores paisajísticos propios de un sistema geológico espectacular.
Hoy, cuando la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía (Renpa) suma ya más de 100 espacios que ocupan un millón y medio de hectáreas, el patrimonio geológico ha pasado a un segundo plano, y aunque en algunos de esos espacios se incluyen elementos geológicos sobresalientes, apenas existen normas para regular, de manera específica, su conservación. Tampoco se han desarrollado aún en la comunidad andaluza las dos figuras (Paisaje Protegido y Monumento Natural) destinadas a garantizar la conservación de este tipo de enclaves.
Así las cosas, son los Planes de Ordenación de los Recursos Naturales de algunos espacios protegidos, donde los criterios geológicos tuvieron un gran peso específico en el momento de la declaración, los únicos que contemplan medidas para proteger el paisaje, como ocurre en Cabo de Gata-Níjar (Almería) o las Sierras Subbéticas (Córdoba). En el caso de Cabo de Gata, por ejemplo, se incluye una disposición que establece 500 metros de protección absoluta en la línea costera, de forma que el horizonte quede libre de construcciones.
En el resto de espacios protegidos, advierten los especialistas, las alusiones a los recursos geológicos suelen iniciarse con la coletilla "velar por...", de manera que la efectividad de la protección se reduce a situaciones que los mismos geólogos califican de "alarma social".
A finales del pasado mes de noviembre se celebraron las Primeras Jornadas Técnicas sobre el Patrimonio Geológico Andaluz, y el concienzudo documento de conclusiones quizá sirva para que la Consejería de Medio Ambiente, en la nueva legislatura, resuelva una de sus asignaturas pendientes. La lista de posibles monumentos naturales se concluyó hace ya bastantes meses, aunque su regulación legal no termina de resolverse, y en ella figuraban un buen número de enclaves geológicos como El Hoyazo (Níjar, Almería), el famoso Tajo de Ronda (Málaga), o Los Organos (Santa Elena, Jaén).
Este listado, sin embargo, no agota el inventario de elementos geológicos necesitados de protección. Los especialistas que acudieron a las jornadas técnicas citaron la existencia de, al menos, medio centenar de enclaves para los que no se ha previsto tutela legal alguna, y que son, por tanto, muy vulnerables a posibles alteraciones. Entre otros, se encuentran en esta situación las turberas del Padul (Granada), las canteras de mármol de Macael (Almería), la cascada de la Cimbarra (Jaén), la Loma de los Escalones (Córdoba), las terrazas del Guadalquivir en Carmona (Sevilla), los yacimientos de sulfuros de Huelva, el Tajo de Arcos de la Frontera (Cádiz) y el Peñón de Almayate (Málaga).
Los geólogos han propuesto, asimismo, que la administración andaluza se sume a iniciativas internacionales que tratan, precisamente, de preservar este tipo de patrimonio, como la que defiende la Unesco con la creación de los denominados geoparques. El corazón de Sierra Morena o el propio valle del Guadalquivir, donde se localizan paisajes característicos de la región, encajan en este tipo de figura que, a su vez, coincide, a grandes rasgos, con la de Paisaje Protegido, prevista, pero aún sin aplicar en Andalucía.
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Viaje a la prehistoria
Algunos de los puntos de interés geológico de la región sirven para explicar fenómenos naturales que se desarrollaron hace millones de años, o nos muestran, de manera accesible, lo que en este mismo momento está ocurriendo en zonas recónditas del planeta. Visitar los fondos abisales marinos solo está al alcance de unos pocos especialistas, pero este tipo de paisaje es perfectamente identificable en distintos puntos del Campo de Gibraltar, y lo mismo ocurre con los arrecifes coralinos que quedaron al descubierto en la Sierra de Níjar (Almería). Si viajamos a Montillana (Jaén) o Pozoblanco (Córdoba) nos encontraremos con antiguas lavas almohadilladas, similares a las que arrojan algunos volcanes submarinos.Los geólogos reclaman un mayor conocimiento de estos recursos por parte de la comunidad educativa, de manera que pudieran establecerse itinerarios didácticos sobre esta materia en algunos espacios protegidos. Pero, al mismo tiempo, y para evitar el expolio de yacimientos minerales o fósiles de interés científico, habría que evitar la difusión de este tipo de enclaves, muy codiciados por los coleccionistas.
Se podría, incluso, fomentar el conocimiento del patrimonio geológico incorporado a las ciudades, en algunas de las cuales también podrían diseñarse itinerarios para conocer los distintos materiales, y su procedencia, utilizados en la construcción de monumentos, o el aprovechamiento histórico de las aguas subterráneas en algunas localidades andaluzas. Al igual que ha ocurrido en Riotinto (Huelva), la recuperación y puesta en valor de viejas explotaciones mineras también podría convertirse en un interesante recurso educativo y turístico. En este último caso se encuentran algunos yacimientos abandonados, como los de Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba) o Alquife (Granada), situados en las inmediaciones de las localidades que les prestan su nombre.
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