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El ex presidente Balaguer vuelve a disputar la presidencia dominicana a los 94 años

Juan Jesús Aznárez

El populismo y la matraca irrumpieron de nuevo en el malecón de Santo Domingo convocando a las presidenciales del 16 de mayo. La República Dominicana vive su decimocuarto proceso electoral desde que hace 39 años concluyera a tiros la satrapía de Rafael Leónidas Trujillo, reconstruida por Mario Vargas Llosa en La fiesta del Chivo, que hoy se presenta en la capital antillana. Joaquín Balaguer, de 94 años, ciego y postrado, ex presidente; el oficialista Danilo Medina, y el socialdemócrata Hipólito Mejía disputan el cargo.

El nonagenario caudillo, el gran camaleón de la política nacional, cómplice y silente conspirador durante la tiranía del Chivo, presidente casi un cuarto de siglo en distintos periodos, ambiciona otra vez la jefatura de un país siempre bailón y todavía pobre, que prospera macroeconómicamente bajo el mandato del abogado de 44 años Leonel Fernández. El candidato del opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Mejía, gana sin llegar al 50% en las proyecciones del voto reclamando decencia a ministros y funcionarios y equidad en la distribución de los ingresos y del gasto público.

Le siguen, con cerca del 30%, Danilo Medina, del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y el eterno Balaguer, vértice del conservador Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), a quien los dos primeros contendientes cortejan porque el apoyo del singular carcamal americano será decisivo en la probable segunda vuelta.

Ninguno cuestiona, en esencia, la apertura económica aplicada desde 1996 por la administración de Fernández, ni un crecimiento de siete puntos, pero todos prometen corregir sus desviaciones, atender a las víctimas de la liberalización, a los damnificados de la voracidad fiscal y de los cambios estructurales en curso.

"Se pasa hambre"

"Aquí se pasa hambre, los caminos vecinales están asquerosos, y a las mujeres se nos maltrata", reclama Lita Peña, sublevada ama de casa. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su último informe sobre República Dominicana, refleja una situación casi endémica en América Latina. "El crecimiento económico de la década de 1990 no parece haber reducido notablemente la pobreza".

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La nación caribeña dedica el 7% de su productor interior bruto Producto Interior Bruto (PIB) al gasto social, uno de los más bajos de la región, cuyo promedio es del 14%. Y aunque su Gobierno redujo el índice del paro, la indigencia castiga a la mayoría de los cerca de ocho millones de dominicanos, pues el 56% es pobre, y el 16%, mísero.

El gasto público en educación, por ejemplo, beneficia más a quienes más tienen. El 20% más pobre recibe el 8% de las partidas presupuestarias, y el 20% más rico, el 37%, según el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).

Las banderolas y el merengue, el fuego cruzado de catilinarias electorales, y la preceptiva venta de promesas y demagogia ocupan la porción oriental de la isla La Española, compartida en su occidente con Haití.

Remoto, clarividente en la intriga, florentino en un país mulato, tropical y festivo, el ex presidente Balaguer acude a las tribunas de traje gris, zapatos negros, camisa blanca, corbata marrón y sombrero negro.

El caudillo arriba en andas, declama durante cinco o diez minutos, y los salmos enardecen a los compatriotas adictos, a los beneficiarios de sus Gobiernos, al sincretismo que le supone poderes sobrenaturales.

Paje de Trujillo

"¡Balaguer, sin ti el país se hunde!", grita un fanatismo corporativista. "¡Qué imagen damos! ¡Que se vaya pa la mierda, ese viejo!", exigen los enemigos del maquinador antillano, paje de Rafael Leónidas Trujillo, cuyo régimen contribuyó a demoler cuando el déspota era ya cadáver destrozado a balazos.

Las primeras elecciones de la República Dominicana tras la desaparición de la dictadura fueron las generales del 20 de diciembre de 1962, en las que triunfó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y fue electo su líder, Juan Boch. Interrumpido su Gobierno a los siete meses de investido por la revuelta del año 1965, se desarrollaron nuevas elecciones, en junio del año siguiente, ganadas por Balaguer.

Cuatro años después, el 16 de mayo de 1970, el caudillo triunfó de nuevo. Reelecto en 1974 y 1978, se cumplió un periodo bendecido u odiado: los Doce Años de Balaguer. El anciano regresó a palacio en 1986, y proclamó victoria en las fraudulentas elecciones de 1994. El clamor internacional contra el pucherazo le obligó a pactar nuevas elecciones dos años después.

Históricamente adversarios, el gobernante PRSC y el PLD forjaron una alianza que condujo a la presidencia a Leonel Fernández. La pretende ahora uno de los invitados de honor de La fiesta del Chivo, un prócer arcano y fino, un político lírico y ambiguo que siempre apostó a ganador.

Casi en penumbras, diez años atrás, alguien le imputó invalidez, incapacidad para el cargo. Imperturbable, el vetusto dominicano respondió desde entonces: "No quiero el Gobierno para enhebrar agujas".

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