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Amato se ve forzado a aceptar un Gobierno de 24 ministros para contentar a su coalición

Giuliano Amato jurará hoy su cargo como primer ministro del 58º Gobierno republicano de Italia acompañado por un nutrido grupo de ministros: exactamente, 24. Pese a los buenos propósitos del profesor y ex militante socialista, le ha sido imposible cumplir con la promesa hecha al presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y reducir en un tercio el número de carteras. "Ha habido que tener en cuenta el equilibrio de fuerzas en el Parlamento", dijo Amato. En otras palabras, la necesidad de contentar a los 10 partidos que integran la coalición de centro-izquierda reacios a perder poder.

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El único ahorro se ha hecho fundiendo los departamentos de Industria y de Comercio Exterior. Al menos una cosa ha conseguido el profesor de Derecho Constitucional: incluir a dos prestigiosos técnicos en el Ejecutivo que presidirá una vez obtenga la luz verde del Parlamento. Se trata de Umberto Veronesi, el oncólogo más famoso de Italia, que ocupará la cartera de Sanidad, y de Tullio Mauro, un lingüista que se hará cargo del Ministerio de Instrucción Pública. Por lo demás, permanecen en el Ejecutivo (en algunos casos con un cambio de departamento) el grueso de los ministros del último Gobierno, de Massimo d'Alema, incluido el de Exteriores, Lamberto Dini. Los partidos menores, Los Verdes, Comunistas de Armando Cossutta, e incluso el centrista Udeur de Clemente Mastella, mantienen cada uno a sus dos ministros, un tesoro que han defendido con uñas y dientes. Otro tanto ocurre con Los Demócratas, el partido fundado por Romano Prodi, actual presidente de la Comisión Europea, que mantiene tres departamentos, entre ellos uno de los más importantes, el de Interior, a cargo de Enzo Bianco. Entra en el Ejecutivo un veterano comunista, Nerio Nesi, que se ocupará de Obras Públicas, y el socialista Ottaviano del Turco, hasta ahora presidente de la Comisión Antimafia del Congreso, que pasará a ocupar el Ministerio de Finanzas, cuyo titular, Vincenzo Visco, asciende para situarse en el Ministerio de Economía, que ha dejado vacante el propio Amato. El nombre de Visco, miembro del principal partido de la coalición, los Demócratas de Izquierda (DS), había estado en el aire hasta el último momento, ya que su política fiscal había recibido no pocas críticas de los socios centristas.

Uno de los cambios más curiosos es el protagonizado por el militante de Los Verdes Edo Ronchi. Contra todo pronóstico ha tenido que ceder su sillón a Willer Bordón, del partido de Prodi, y rechazó anoche hacerse cargo del Ministerio de Relaciones con la Comunidad Europea, una cartera de compromiso que, no obstante, queda reforzada con la llegada de otro verde al Ministerio de Agricultura, Alfonso Pecoraro Scanio.

Los populares del PPI mantienen cuatro cargos, uno menos de los que tenían en el anterior Gobierno. Pierden Sanidad, pero consiguen retener el departamento, siempre importante, de Defensa, que permanece en manos de Sergio Mattarella. También el DS pierde uno, pasa de siete a seis ministros, pero consigue dos importantes carteras, Economía y Justicia. En Cultura se mantiene Giovanna Melandri, entre otras razones porque no era conveniente reducir más la cuota femenina, que pasa de seis, en el anterior Ejecutivo, a cuatro. Entre las bajas se contabilizan la verde Laura Balbo, sustituida por la comunista Katia Bellillo (que ya figuraba en el Gobierno d'Alema) en el Ministerio (sin cartera y sin demasiado relieve) de Igualdad de Oportunidades y Rosy Bindi en Sanidad.

La oposición criticó ayer al nuevo Ejecutivo, calificándolo como el "Gabinete de las poltronas", en alusión a la complicada elaboración de la lista de ministros. El programa de Gobierno, apenas esbozado, que apunta a una tímida reducción de impuestos, desgravaciones a las inversiones y la firme promesa de no tocar las pensiones hasta el año 2001, no representaba ningún obstáculo para la unidad de la coalición. Lo verdaderamente explosivo ha sido el intento de dejar fuera del Ejecutivo a algunos ministros de los partidos menores. La batalla ha sido intensa, y al final Amato ha tenido que tirar la toalla.

Tras el descalabro sufrido el 16 de abril en las elecciones regionales, derrota que ha provocado la dimisión del que fuera primer ex comunista al frente de un Gobierno democrático europeo, Massimo d'Alema, el centro-izquierda confía en poder agotar la legislatura con un Ejecutivo más escorado al centro. Amato ha sido la persona elegida para liderarlo, pero, careciendo de un partido que lo sostenga (el futuro primer ministro no es, ni siquiera, parlamentario, ni milita en ninguna formación), todo su poder emana del principal partido de la coalición, el ex comunista DS, que le ha apoyado como el único candidato aceptable.

Los demás partidos, excepto el SDI (Socialdemócratas Italianos), un pequeño grupo de la diáspora socialista, se han limitado a aceptar a Amato con muchas reticencias, en espera de que se celebren los referendos del 21 de mayo, uno de los cuales afecta a la ley electoral. En realidad, los italianos se pronunciaron ya el año pasado sobre la misma cuestión, pero el referéndum quedó anulado al no alcanzar el quórum de participación requerido del 50%. Preocupado por el espectáculo de una coalición a la caza y captura de puestos, el secretario general de los Demócratas de Izquierda (DS), Walter Veltroni, reiteraba ayer la necesidad de cerrar rápidamente la crisis con un Gobierno equilibrado, capaz de concentrarse inmediatamente en la tarea de relanzar la coalición. Amato le ha hecho caso, aunque la última palabra la tendrá el Parlamento.

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