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Mirar al pasado.

Mirar al pasado es frase hecha y popular, pero, como casi todas las de ese orden, no es siempre bien comprendida ni adecuadamente ejecutada en cuanto a la propia entidad del verbo ese al referirse al ayer. Mirar, en este caso, exige ver, si el objeto considerado tiene entidad suficiente como para entregar conocimiento a quien le mire y sepa ver. El pasado goza en mucho de esa entidad. Por ello, quien se decida a mirar y a ver el pasado, ha de esforzarse por conocer. Pasado es ahora algo del que mira; algo de los otros que con el que mira han vivido; algo también de lo que llamamos historia. Pero lo que interesa sobre todo es el pasado del que mira, del yo que vuelve su vista al ayer por él vivido, llevado de cosas que pueden sintetizarse en curiosidad, en ansias de recordar lo bueno; en nostalgias; en intentos de recuperar algo ya casi perdido en el tiempo. Los otros dos "pasados" son cosa de políticos y de historiadores; queden para otra ocasión.Pero ¿qué es en verdad mirar al pasado? Mirar uno a su pasado es la forma de realizar el ansia de recuperar lo real vivido ayer en idealidad o ilusión con sentimiento de hoy. Eso real de ayer es algo que refleja el bien; lo que no es bueno no se pretende en este mirar al pasado. Pero no solamente con el simple mirar se logra aquel ansia de recuperar lo real. Para ser el mirar completo ha de convertirse en ver, es decir, en mirar con intención de conocer, de saber, de lograr... Pero el mirar de ese modo al pasado varía en función del plano temporal desde el que se vuelve la vista atrás, plano ése que no es otro que la edad física del que mira, del que mira a su pasado para verlo de nuevo. Mas, cuando se mira al pasado y se ve, ¿se encuentra uno real y verdaderamente ante lo vivido? Lo que se ve ahora ¿es lo mismo que lo visto y vivido en el ayer lejano al que se mira? Diríase que en parte sí y en parte no. Lo que se encuentra mirando al pasado es lo vivido, pero también, por la ilusión y la imaginación, es lo que uno hubiera querido vivir, porque parece ser que, con el tiempo, la realidad vivida ayer se deforma al ser mirada y vista con cristales de hoy.

Cuando uno mira al pasado ve casi siempre lo que quiere ver. A veces surgen imágenes no deseadas, pero el que mira es capaz de oscurecerlas ante su vista ilusionada. Porque ese que mira al pasado mira a su pasado, a sí mismo y a otros en su derredor entonces: familia, amigos, coprofesionales vecinos... Mirando a eso puede haber imágenes poco favorables, pero en el que mira está el no verlas o el contemplarlas sólo de pasada.

Al mirar uno a su pasado es él el principal sujeto de la inspección; su memoria en puridad lo es. Pero la memoria con frecuencia deforma las cosas, tendiendo a favorecer al que mira. Acaso los años inclinan a la nostalgia añorante, pero a veces llega la tristeza, que es la añoranza nostálgica, y nos gozamos en ella. Acaso sea porque nos vemos de forma distinta a la que tuvimos entonces... Pero no es siempre uno mismo el sujeto activo al mirar al pasado, porque siente que otros influyeron en su hacerse más que uno mismo. Entonces, el que mira al pasado se convierte en "objeto subjetivo" o en "sujeto objetivo" de su propio hacer de mirar al pasado para verlo. Y es que el pasado no es de uno sino que también es de otros. Pero lo que interesa es indiscutiblemente el propio pasado. Uno es el sujeto del mirar y el objeto mirado. Al mirar uno ¿qué es lo que ve? Lo que se llegue a ver será efecto de la eficacia con que se mire, y lo que se llegue a saber será fruto de la inteligencia y de la voluntad del que lo intente... Pero ¿por qué mirar al pasado? Tal vez porque el pasado complementa el presente y porque su comprensión perfila el futuro. Se mira normalmente al pasado desde edad avanzada: ¿qué importa el futuro ya? En cualquier momento de la vida se mira al pasado porque ese mirar enseña lecciones útiles para el presente y para el futuro... Pero, otra vez, ¿para qué mirar al pasado? Para ver lo que quedó allí formando parte de la vida del presente desde el que se mira, pero también para reproducir ilusiones idas y realidades acabadas, para gozar de nostalgias y añoranzas, para revivir, para vivir de nuevo y seguir viviendo. Eso promociona el recuerdo; éste llega al pasado y el pasado lo devuelve coloreado con tintas nuevas. Ver el pasado; verse uno a sí mismo en el pasado es sensación harto difícil de hacerse verdad. El tiempo deforma las imágenes de antaño. Sin embargo, nos miramos en el pasado y nos creemos que lo que vemos es verdad casi total, aunque haya mucho de imaginación en ello. Pese a todo, el hombre que mira atrás no es el mismo al que mira ahora; el tiempo le ha hecho otro. Por eso, en el quehacer de mirar al pasado, nada de lo que se vea puede ostentar realmente el marchamo de "verdad". Entonces, ¿por qué mirar al pasado? Sencillamente, por acercarse a la historia... Nos creemos que por saber historia estamos ya en ella. No; los que siguen en el mundo tienen historia, pero no están todavía en ella. Sin embargo, es conveniente mirar al pasado volviendo la vista desde el presente a él, por más que tal mirar nos traiga siempre dudas e incertidumbres. Ello nos lleva al interrogante éste: ¿era yo así, de verdad, como me veo al cabo de tantos años? Difícil respuesta. Siempre se duda. Si dudo sobre mi yo es que yo no soy aquél, es decir, que ya no soy el mismo.

¿Se es el mismo a lo largo de la vida? Sí, en cuanto identidad; se es otro, empero, en cuanto entidad. El ser de uno varía con respecto a sí mismo a lo largo de la vida. Pero ¿por qué cambia el hombre con el tiempo? Porque el hombre es algo esencialmente evolutivo. Pero si no soy yo ya el que veo al mirarme en mi pasado, ¿qué lógica hay en ello? ¿Qué sentido puede tener mirar al pasado? Porque, de alguna manera, en ese mirar es factible el aprendizaje, el saber cómo fue uno ayer y aún se es hoy y se podrá ser mañana... Por eso siempre es bueno mirar atrás, siempre que se mire con ansias de aprender. Si se aprende, puede uno mejorar su presente y suavizar el futuro que le queda por vivir. Claro es que para ello se requieren ilusiones y esperanzas. Pero ¿puede un viejo disponer de ellas? Sí, porque la melancolía y la añoranza tienen mucho de esperanza y de ilusión. Sabiendo mirar al pasado se logra ver; en ese ver cabe bastante de verdad; esa verdad hace bueno el presente que se escapa, y no oscurece en demasía el futuro que se enuncia... Conviene, pues, mirar al pasado.

Eliseo Álvarez Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Española.

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