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Una retrospectiva en Londres saca de su aislamiento a Francisco Toledo La muestra del pintor mexicano viajará en junio al Reina Sofia

Catherine Lampert, directora de la Galería Whitechapel, maneja con cuidado una serie de láminas. Son ilustraciones de Francisco Toledo, el admirado y controvertido artista de Oaxaca, la región sureña de México, que acompañan los textos de una edición revisada del antiquísimo Nuevo Catecismo para indios remisos. La muestra reúne cerca de cien obras, además de fotografías y manuscritos de este artista nacido en 1940.

En pocas horas comenzarán a llegar decenas de invitados a esta magnífica galería del este de Londres, y el montaje de la retrospectiva aún no ha concluido. La muestra reúne cerca de un centenar de trabajos, desde complejas composiciones de animales y cuerpos humanos de la decada de los sesenta hasta los irónicos autorretratos del último año del siglo pasado. Fotos familiares, cartas personales y libros como Isla de las Estaciones, del poeta irlandés Seamus Heany, que Toledo introdujo en México a través de su propia editorial, complementan esta revisión de la obra de uno de los exponentes contemporáneos más importante de Latinoamérica. Un vídeo con intervenciones directas del artista intenta compensar su ausencia de Londres y, probablemente, de Madrid, donde la exposición llega el próximo 20 de junio. "A mi padre no le gusta viajar. Está emocionado con la retrospectiva, pero, también, se siente muy nervioso ante la posible reacción a su obra fuera de su terreno habitual", explica Laureana Toledo, fotógrafa de profesión.

Lampert, mientras tanto, controla los nervios y denota mucha confianza. Está orgullosa de su último esfuerzo como comisaria de la exposición, una auténtica proeza dada la reticencia de Toledo a seguir las pautas comerciales del mundo artístico y a responder a las peticiones institucionales. "Se niega desde los años ochenta a exponer el conjunto de su obra. Hasta hoy, el público no tenía material, salvo en reproducciones y en un puñado de trabajos exhibidos en museos, con el que juzgar a Toledo", confirma satisfecha.

El Museo Reina Sofía ha intentado en repetidas ocasiones acercar a Madrid un cuerpo representativo del versátil artista, que tan pronto trabaja sobre lienzo o papel, en cerámica o bronce, como realiza grabados, ilustra y edita libros o financia y promueve la creación de centros culturales en viejos edificios coloniales de la tierra de sus antecesores. Toledo declinó las invitaciones.

Lampert relaciona su buena fortuna con la intervención de artistas jóvenes mexicanos, como Kuitca, Tunga o Kcho, cuya obra se ha expuesto en la Whitechapel. "Abandonamos los canales institucionales y nos centramos en el contacto personal de artista a artista. La idea de la exposición fue dolorosa para Toledo, pero finalmente accedió y, aunque se mantuvo al margen, colaboró en la selección final de las obras", reconoce la comisaria.

La búsqueda de sus propias raíces, la recuperación y actualización de su cultura, la zapoteca, en un país en constante transformación mueve el espíritu inquieto de Toledo. "Es un artista cuya originalidad, en gran medida, deriva de su voluntad de no apartarse simbólicamente y visualmente de una cultura. Toledo es, en síntesis, la ruptura y continuidad de sus tradiciones", escribe Carlos Monsiváis, ensayista y amigo del creador, en el catálogo de la exposición.

Este arraigo por la tierra ancestral lleva a Toledo a recopilar leyendas y conversaciones, que condensa posteriormente en la profusión de capas superpuestas de sus composiciones, y a utilizar materias primas naturales. Su paleta se ajusta a los tonos áridos de una región castigada por el sol y a los de la piel de tortugas, serpientes, cangrejos e iguanas que conoce desde niño. "Es un artista táctil, orgánico, interesado en el mundo rural. Es, en cierta forma, un ilustrador que intenta ejecutar bellas artes. Se mueve entre extremos y, consciente de su creciente popularidad, se niega a someterse a la ortodoxia artística contemporánea o a aspirar a ejecutar una sucesión de obras maestras", interpreta la directora de la Whitechapel.

Las referencias sexuales y eróticas, constantes en la obra de Toledo, son, para Lampert, metáforas cargadas de humor. "Es la clásica analogía del poder del macho", defiende. "Toledo", escribe por su parte Monsiváis, "sostiene que todo lo real es sexual y todo lo sexual es real, y que por realidad debe entenderse el mundo de las formas. Libertad para discrepar y libertad para estar de acuerdo y libertad para proponer, desde el cuadro o la cerámica o el tapiz o el grabado o el bronce o la escultura en cera, las variantes de la copulación infinita de cuyas visiones internas o externas nadie se exime. Que toda la vida es coito y los sueños coitos son".

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