Paro y lecciones de filología

Estrenaba ayer portavocía del grupo PSOE-Progresistas Pedro Sabando. Y preguntó: "Conocidos los últimos datos económicos y la evolución de los del empleo, quisiéramos conocer las próximas medidas económicas y proyectos de creación de empleo que posibiliten continuar con esta tendencia".Entendió el presidente Ruiz-Gallardón lo que cualquiera: que si se pedían medidas para continuar la tendencia es que la inclinación era positiva. Así que, muy educado, le dio las gracias y se lanzó a explicar que como su Gobierno, ninguno. No sólo había reducido el paro, sino que había creado empleo. Y dio cifras. Muchas.

Pero era un malentendido. O una pregunta mal formulada, porque no era eso lo que Sabando quería decir. Y mira que incluso reconoció que el Gobierno madrileño había hecho cosas -"como es su obligación"-, pero le advirtió a Ruiz-Gallardón de que sus datos no eran tan buenos y que Madrid no había crecido económicamente tanto como él había dicho. Que había 65.000 familias que sufrían el desempleo y que la mitad de los parados no recibe ayuda alguna. Y, ojo, porque cada tres meses le iba a preguntar cómo iba lo del paro.

Un disgusto para el presidente. Él, que creía que se inauguraba una nueva etapa en la oposición, y, al final, todos lo mismo. Decepcionado, acusó a Sabando de estar mal documentado y lamentó que hubiera desaprovechado su primera intervención ofreciendo datos que no se sabía de dónde sacaba. Le hizo una advertencia:

"A usted le va a pesar como una losa su pregunta trimestral sobre el paro". Luego, el portavoz socialista, en los pasillos, denunció que el presidente no le había contestado a nada. En el metro de Nueva York apareció un día una pintada: "Dios es la respuesta". Al día siguiente, alguien había añadido: "¿Cuál era la pregunta?". Pues, salvando las distancias, más o menos.

Pero la sesión de preguntas en la Asamblea sirve hasta para detenerse en matices del lenguaje. Gustavo Villapalos intentó darle a la socialista Dolores Rodríguez Gabucio una manita de humor. Y la señora diputada no sólo recogió el humor, sino que, sin perderlo, puso al consejero de Educación contra las cuerdas.

Había preguntado por qué el nombramiento y "cese fulminante" del viceconsejero de Educación, que, para no enterados, hay que decir que duró 72 días. Agarró Villapalos lo de fulminante y dijo que, bien mirado, todos los ceses son fulminantes, porque sería una crueldad cesar poco a poco. Y de ahí se fue por las ramas no de la gramática precisamente. Rodríguez Gabucio le contestó que valoraba las bromas en torno al léxico, con mayor razón dado que ella era filóloga, pero le recordó que antes de nombrarle ya conocía su trayectoria. ¿No será que se lo habían impuesto?, vino a decir. Y cuando el consejero justificó el cese en las discrepancias existentes entre ambos, la diputada insistió en que discrepaban en todo y desde hacía tiempo.

Quien no discrepa es el presidente de la Asamblea, el popular Jesús Pedroche, que ayer jaleó a la consejera de Servicios Sociales con un "¡bien, bien, bien!" cuando ésta terminó su intervención. Por si no estaba claro de dónde es cada uno.