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MONUMENTAL DE MÉXICO

Primera sorpresa agradable

La primera sorpresa agradable en la temporada dizque de oportunidades la dio el domingo el novel espada Carlos Ortega al torear con serenidad y buen gusto.Saludó con acopladas verónicas al que abrió plaza y con la pañosa clavó los pies en la arena. Sin moverse sorteó las ráfagas de viento, los derrotes del adversario, y sin mayores preámbulos lo trasteó por el izquierdo. Al situarse a la distancia idónea, le obligó a seguir el engaño y le dio una cuarta tanda de emotivos naturales. Por el derecho batalló y terminó pudiéndole al mirón oponente.

Pensando se enfrentó al revoltoso quinto, que desarolló mucho sentido. Fue el único toro que se creció al castigo, y el joven varilarguero Luis Miguel González fue aplaudido por el excelente puyazo que dio. Ortega lidió acertadamente y trató de dar pases por abajo, pero el toro hacía medio recorrido y buscaba al torero.

San Marcos / Garza, Ortega, Triana Toros de San Marcos, presentables, excepto 6º; cornalones astifinos salvo 5º y 6º; débiles

Enrique Garza: ovación y salida al tercio; silencio. Carlos Ortega: ovación y salida al tercio; aviso y división. Domingo Triana: aviso y silencio; aviso, aplausos y salida al tercio. Los dos últimos confirmaron la alternativa. Monumental Plaza México, 9 de abril. Mala entrada.

Enrique Garza es un buen capotero y espectacular banderillero, pero no cuaja su labor muleteril. Al noble segundo lo recibió de hinojos con una larga cambiada. Con facilidad le colocó dos pares de palitroques, pero su trasteo fue irregular. Como la suave res dobló ocho veces las manos, el espada se desanimó, aunque al final aprovechó su buen son y lo templó por el derecho.

Con el abanto y distraído cuarto, el de Cadereyta se lució al poner dos pares al quiebro. Al principio de su labor con la sarga desaprovechó el claro lado izquierdo, pero después rectificó y ligó una serie de cristalinos naturales, pero ya era tarde para que el público se le entregara.

Por falta de quietud, el quehacer de Domingo Triana al que hizo tercero fue embarullado. Zapatilleó al recibirlo, aunque en algunos lances se ajustó. Como no pudo embarcar al codicioso cornúpeta, que dobló seis veces las manos, su muleteo por el derecho fue rápido y destemplado, y por el izquierdo le tropezaba continuamente el engaño. En cambio, al pegajoso sexto el diestro sevillano sí logró fijarlo en la flámula. Con empeñosa labor le enjaretó veloces redondos, y, por perderle la cara al enemigo, fue zarandeado aparatosamente sin mayores consecuencias. La decisión de la que careció en el tercero le afloró frente a este animal, que fue de menos a más.

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