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Barcelona y la oposición de CiU JOAN SUBIRATS

Joan Subirats

No deja de sorprenderme la labor opositora de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona. Es evidente que si de algo no se les puede acusar es de pasividad, al menos en lo referente a su lucha por aparecer con frecuencia en los medios de comunicación. Tras tantos años de crisis de liderazgo local de CiU en Barcelona y tras los últimos cuatro años de un Roca que transitaba más bien por los meandros de la oposición constructiva, el frenesí de Molins y Miró resulta curioso. Cada día rebuscan entre los acontecimientos de la ciudad o en la labor del gobierno de Clos para sacarles punta y poner de relieve su labor fiscalizadora. Su celo resulta, en principio, positivo para la ciudad. En efecto, lo que ha de hacer toda oposición que se precie, es impedirle al gobierno que nos malgobierne, y demostrar día a día que está en condiciones de ocupar esa posición decisiva. Demostrar cada día que se es gobierno alternativo. Tanto en Barcelona, como en Cataluña, como en cualquier otro contexto, debería pesar más, en la valoración de su calidad o textura democrática, la capacidad de la oposición de ejercer como tal, y la capacidad del sistema de sostener con fluidez el diálogo entre unos y otros, que la labor concreta del gobierno. Es ahí donde la democracia demuestra su superiodidad, como sistema político que consiente la máxima expresión de conflicto, y por tanto de innovación, y al mismo tiempo es capaz de garantizar en todo momento el máximo de autocorrección.Ahora bien, la cosa no resulta tan clara cuando se compara lo que los unioconvergentes exigen y reclaman en un lado de la plaza de Sant Jaume y lo que llevan practicando desde hace más de 20 años en el otro lado de ese mismo enclave. Así, por ejemplo, el celo por salvaguardar los espacios públicos de la ciudad por parte de los vigilantes Molins y Miró resultaría encomiable si no procediera de quien procede. La voz escandalizada de CiU no se alzó, más bien lo contrario, ante el gravísimo precedente que significó para la ciudad el caso del estadio de Sarrià y el lamentable cambio de calificación urbanístico realizado. A mí me alucina que los mismos que aplaudieron y jalearon esa recalificación se rasguen las vestiduras ante el proyecto del Barça 2000. Por otro lado, ¿puede dar lecciones de defensa del espacio público una coalición de gobierno que ha activado o ha asistido pasivamente al hecho de que la libre dinámica inmobiliaria haya provocado un nivel de ocupación del territorio en el área metropolitana que en las últimas décadas ha sido superior al de toda la historia anterior (como ha demostrado el reciente trabajo de los prestigiosos urbanistas Antonio Font y Carles Llop)?

No estoy diciendo en absoluto que la oposición convergente renuncie a su papel y se limite a dejar gobernar. Tampoco estoy diciendo que en la labor del actual gobierno, fruto de la coalición PSC-IC-ERC, sean todo flors i violes. Los casos de Myrurgia, del solar de Rosselló 191 en la Esquerra de l'Eixample o la falta de dirección estratégica y de sumisión a los intereses inmobiliarios en Diagonal-Mar, son ejemplos de que falta proyecto de ciudad compartido, de que falta una cierta visión de futuro sobre qué ciudad queremos, con qué costes y servidumbres, y con qué reparto de ganadores y perdedores. Pero, dicho esto, sigamos el consejo evangélico y no hagamos que la paja en el ojo ajeno nos impida ver la viga en el nuestro. ¿Dónde está el proyecto alternativo de Molins y compañía? ¿Si denuncian que el tráfico es un caos, hasta dónde están dispuestos a llegar? ¿Han dicho algo sobre el proyecto de túnel en Horta, que consagra aún más el modelo de tráfico privado predominante en la ciudad? ¿No se sienten unpoco avergonzados cuando hablan de transporte público en Barcelona y comparan los cuatro kilómetros de metro que ha hecho la Generalitat en cuatro años con los más de 50 de Ruiz Gallardón en Madrid? ¿Pueden honestamente acusar al gobierno de izquierdas de la ciudad de falta de dinamismo en el tema residuos, viendo lo que la Generalitat está haciendo al respecto? Su forma de operar es cainita: todo lo que hacen los demás es malo. Pero el problema es que su techo es de cristal.

¿Existe un espacio entre el cainismo, entendido como oposición negativista que anatematiza todo lo que no sea la confrontación abierta con el gobierno, y la difuminación de la labor opositora hasta convertir las opciones políticas en intercambiables, o sólo distinguibles por los tics personales de uno u otro líder?

Creo que en Barcelona existe margen de maniobra para otro tipo de oposición y, si me apuran, para otro tipo de relaciones en la coalición de gobierno. Falta antagonismo practicable o colaboración conflictiva en la ciudad, y sobra oposición puramente mediática o conformismo gubernativo. No he de ocultar que no estoy de acuerdo con la fórmula anexionadora que Bohigas lanzaba hace poco para tratar de resolver el evidente problema de la falta de instrumentos de gobierno eficaces ante los graves problemas metropolitanos. Pero menos de acuerdo estoy con quienes se rasgaban las vestiduras por unas manifestaciones que, en boca de quien las pronunciaba, resultaban al menos coherentes. Bohigas ha hecho de su capacidad de generar polémica y debate, una de sus cualidades más apreciadas por parte de quienes constantemente le invitan a manifestarse en una ciudad que tiende a dormirse en los laureles. No es de falta de consistencia polémica de lo que podrá acusarse a Bohigas. Ese es precisamente el problema más evidente que tiene hoy por hoy la extemporánea y magnificada oposición de los unioconvergentes en el consistorio barcelonés: su falta de consistencia interna.

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