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Getxo al descubierto

JOSU BILBAO FULLAONDO

Esperábamos su llegada para el otoño anterior pero ha venido esta primavera. Es el libro Getxo. Fotografías. Estructurado en cuatro capítulos, descubre aspectos de esta localidad que pueden resultar insólitos para los propios vecinos. El prólogo incluye breves notas históricas que remontan hasta los primeros vestigios del lugar y vuelven a nuestros días con matices sociológicos. Es buen marco de contexto para los apartados gráficos que le suceden. Más de doscientas páginas recojen imágenes del entorno natural, el ambiente marinero, lo rural, lo urbano y, por supuesto, la gente en distintos ambientes. Sus autores Maria Elisa Zorriqueta (Barakaldo, 1940), Konrado Mugerza (Eibar, 1955) y Pedro Zarrabeitia (Bilbao,1939) conforman el colectivo Donibane, una plataforma restringida donde debaten y ponen a punto sus ideas y proyectos fotográficos. En lineas generales el resultado, como no se podía esperar menos de unos autores experimentados y avalados por sus muchos años de hacer con la cámara oscura, es magnifico. Por momentos puede encontrarse un poco recargado y con la visión sesgada hacia los aspectos más amables del pueblo. Pero resulta peaje obligado para que los gestores del municipio patrocinen la edición de una iniciativa de este estilo.

El relato comienza por Natura. Los diez kilómetros de acantilados que terminan en la playa conocida por La Salvaje (Barinatxe) son grandes protagonistas. Ofrecen un paisaje de laminas calcáreas como hojas de cuchillos bien afiladas que permiten tomas generosas, repletas de sentimientos abstractos. El oleaje del mar cambia sus formas como las llamas del fuego vivo, pinta sobre el azul verdoso sugerentes formas con su espuma, consiente espectaculares panorámicas de aparente ternura y sosiego. En marea baja, los remansos entre los huecos de las rocas dejan ver algas coralinas, lapas, estrellas, caracolillos. Entre piedras y arenales descuellan algunas plantas como pinceladas de alegría. Las gaviotas y cormoranes revolotean en el agua o posan sobre los islotes rocosos. Según nos alejamos del mar nos encontramos con el humedal de Bolue, pequeños bosques de encinas, eucaliptos y pinos. Realizado todo ello desde una perspectiva muy didáctica, bajo el criterio del buen biólogo que es Konrado Mugerza, envuelto por un cromatismo impactante, adquiere un elevado grado de romanticismo no siempre bien comprendido.

Marea se circunscribe en el ambiente marinero. La ría, buques, veleros, faros, la zona para deportes náuticos, o el puerto viejo con sus pequeños txintxorros, son protagonistas de este apartado. El estilo de imágenes es muy recurrente, lo mismo que los estudios de color de Pedro Zarrabeitia que ya presentó en el museo de Bellas Artes de Bilbao en 1980. En este mismo espacio, resultan más sugerentes algunas de las fotos de Marieli Zorriqueta que abordan una nueva simbología para el mundo actual con grandes ráfagas de fantasía poética. Un estilo elaborado que se desmarca del de sus compañeros.

Aterpea, referido a los aspectos arquitectónicos y urbanísticos, deslumbra en su inicio con una casa roja sobre el acantilado. Entre los caseríos y los ostentosos palacios de Neguri se dejan de lado algunos aspectos interesantísimos de la vivienda social en Romo y Algorta. Una interpretación cargada de frialdad estética donde domina la funcionalidad y el prosaísmo característico de muchas tarjetas postales. Finalmente el apartado dedicado a Jendea (La gente) resulta ameno y por momentos divertido. La cristalera del carrejo de Santa María permite ver a los jugadores en el frontón, refleja la iglesia y las nuevas construcciones de adosados, todo en un mismo plano, buen preámbulo para lo que llega detrás. Bañistas en la playa, terrazas abarrotadas, jóvenes y cucaña, barullo de las fiestas, mercados agrícolas, Festival de Jazz y de paellas en Aixerrota. Un enjambre de situaciones, festín fotográfico que cierra una estampa navideña nocturna en la zona peatonal de Las Arenas.

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