Basura
En Granada, desde hace días, se contabiliza la diversión de los jóvenes por toneladas de basura. Las fotografías de los diarios muestran el aspecto sucio de las calles después de cada trasnoche. Parece como si sólo las fiestas nocturnas de los viernes generaran basuras. Sin querer se ha establecido una correlación de carácter moral entre desperdicios y depravación nocturna. Sin embargo, los asistentes a los desfiles militares o las personas piadosas que acuden en masa a contemplar las procesiones de Semana Santa dejan la ciudad en un estado semejante, pero hasta ahora nadie ha calculado a cuántas toneladas de basura equivale, por ejemplo, el fervor de un Jueves Santo.
Toda actividad humana, en realidad, genera sus excrecencias. El individuo más pulcro, cuando se rasca el mentón, deja caer en el suelo una pequeña cantidad de células muertas; los caminantes pisan sin cuidado estos y otros restos, los transportan adheridos en la suela de los zapatos y abonan las calles con una especie de estiercol biológico que se acumula en los bordillos de las aceras en cantidades considerables que temporalmente tienen que retirar los barrenderos.
Esta regla natural -toda actividad humana crea sus propios excrementos- no se suele tener en cuenta porque de otro modo ningún ciudadano podría aspirar a un razonable reconocimiento higiénico. La urbanidad consiste en esconder las basuras en los sitios adecuados, dentro de las bolsas oscuras concebidas para este menester y a las horas más discretas de la tarde. José Moratalla, alcalde socialista de Granada, ha optado por la misma solución que Gabriel Díaz Berbel para mitigar los efectos de la diversión juvenil, pedir al rector, Lorenzo Morillas, que ceda los jardines universitarios, los únicos espacios amplios y exentos de viviendas que quedan en Granada, para que en ellos se concentren los jóvenes sin que el escándalo ni la basura que generan su gozosas veladas perturben a los vecinos.
Si Morillas es consecuente tendrá que negarse como se negó hace meses. Entonces no habrá nada que hacer, salvo enviar policías para que velen por los derechos enfrentados de jóvenes y vecinos. Mientras se sucede la polémica, las autoridades municipales van a aprobar un plan de urbanismo en el que predomina el hormigón y no contempla suficientes espacios abiertos para gozar en voz alta.
ALEJANDRO V. GARCÍA
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