La gran ovación de Hollywood
Un viejo chiste de Broadway acusa a Hollywood de jugar con ventaja: "El cine es el único espectáculo del show business en que los actores pueden sentare y aplaudirse a sí mismos". El Shrine Auditorium de Los Ángeles, donde esta noche se celebra la 72ª gala de los oscars, dará rotunda confirmación a este dicho.Los oscars empezarán por la mañana: "Maquillaje y peluquería", dice Almodóvar. "Cuando Harrison Ford me felicitó en los Globos de Oro sólo tenía ganas de una cosa: preguntarle quién le corta tan bien el pelo. Intento imitar ese aire alborotado que él lleva a la perfección, pero no me sale. Tendría que habérselo preguntado, ¿verdad?".
A todos los candidatos les controla el equipo de estilistas de la propia Academia, que, entre otras cosas, evita que se repitan los modelitos.
Marisa Paredes llevará un vestido de Sybilla (nadie los lleva como ella); Antonia San Juan, un diseño de Devota y Lomba, con unos zapatos de Pedro García; Candela Peña irá de Juan Duyos; Cecilia Roth lucirá el diseño que le ha hecho el argentino Gino Bogani; Eloy Azorín, un traje de Exté; Carlos Lozano, Versace; y Penélope Cruz, Ralph Lauren.
La actriz, que de todas las intérpretes de Todo sobre mi madre es la única que no ha querido hablar con la prensa española, tiene previsto firmar un contrato en exclusiva con el diseñador norteamericano. Todas formarán esta noche parte de la inmensa escenografía de los oscars.
A la una de la tarde, hora californiana, todos saldrán en las limusinas hacia el auditorio. La lentísima llegada es el momento más aburrido. Durante horas, las limusinas (está prohibido otro tipo de vehículo) hacen cola en los accesos a la alfombra roja. La organización regala a cada invitado una cesta con un bocadillo y una bebida. "Evidentemente, nadie se lo come", dice Almodóvar.
Los ensayos de la gala se han retrasado este año como nunca. Hoy, domingo, a primera hora de la mañana se repetirá la gala a contrarreloj. La organización ha citado por última vez frente al auditorio al doble de Phil Collins, a la de Nicole Kidman (una mujer morena, grande y gritona) y a los del resto de las estrellas. Con sus carteles colgados del pecho, los dobles se pasean por la alfombra roja, simulan entrevistas con las televisiones para que los cámaras fijen la luz y los planos, toman el sol y se divierten jugando a quienes no son. Annette Bening es Barbara Richmon, una ex bailarina de Nueva York que desde hace diez años hace de doble de estrellas para los ensayos generales de la ceremonia de los oscars.
Espera su turno sentada en la alfombra roja, "no lo hago sólo para los oscars, trabajo como doble de muchos otros premios, aquí se puede vivir de esto".
El viernes por la mañana, Robert Rehme, presidente de la Academia, visitaba el gran plató. No parecía de buen humor. Su relaciones públicas espantaba a los periodistas. La publicación del sondeo de The Wall Street Journal, que ha roto el pacto secreto que la prensa y Hollywood mantenían desde hace 40 años, cayó como un jarro de agua fría en la directiva de la institución.
Bruce Davis, director ejecutivo de la Academia, calificó al diario de "irresponsable". "No han hecho nada ilegal, pero han querido estropear la fiesta contando el final de la película". El movimiento alrededor del Shrine Auditorium es incesante, cada minuto, el decorado crece y no paran de llegar flores.
Dentro del edificio, el despliegue es aún más impresionante. No se verá por televisión, pero el patio de butacas está literalmente tomado por mesas de sonido y una veintena de cámaras de televisión. El viernes se repitió el arranque de la gala durante toda la tarde. Peter Coyote, la voz en off de la ceremonia, ensayaba sin parar. Su voz retumbaba en el patio de butacas. "No tengo tiempo ni para respirar", se quejaba.
La modelo Tyra Banks, una de las presentadoras, ensayó su entrada en el auditorio seguida de una steadycam. Coyote decía la última frase de su vertiginosa entradilla: "¡Y con ustedes, en la 72ª ceremonia de los oscars, la música de Burt Bacharach!". Don Was y Bacharach marcarán los primeros compases de la noche. Será el principio de una gala que este año durará, según la organización, más de cuatro horas.
Jack Nicholson entregará el Premio Irving Thalberg a Warren Beatty. No hará chistes sobre la fama sexual de su gran amigo por respeto "al delicado estado de la señora Bening". Si la actriz rompe aguas sería una gran noche.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.