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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa.com

La Unión Europea quiere recuperar el tiempo perdido, ponerse a la hora digital y de la sociedad de la información y convertirse en una década en "la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de un crecimiento económico sotenible, con más y mejores empleos y una mayor cohesión social". El nuevo objetivo estratégico que se fijó ayer el Consejo Europeo en su reunión de Lisboa es sumamente ambicioso, pero realizable, aunque de momento no se hayan asignado los medios para alcanzarlo.Para su próxima reunión en junio, la UE tendrá que tener sobre la mesa un plan de acción para cumplir un calendario que fija las siguientes metas: abaratar las conexiones a Internet con la apertura del bucle local a la competencia y liberalizar el comercio electrónico para finales de 2000; asegurar el acceso de todos los colegios a la red y la plena integración y liberalización de las telecomunicaciones en 2001; plena educación de los profesores en estas tecnologías en 2002 u otros objetivos para estos cinco años y que incluso llegan hasta 2010 para conseguir el pleno empleo, con el aumento de la tasa de ocupación del 61% actual al 70% de la población activa.

Estos planes pueden quedar superados por el propio dinamismo de la tecnología, la economía y las sociedades europeas, que se están moviendo rápidamente. En muy pocos años, Europa puede alcanzar a EE UU en número de usuarios de Internet. Por ello debería afrontar esta transición a la sociedad de la información sin complejos, pero definiendo los campos en los que estamos en desventaja: investigación, tecnología, producción de contenidos... Aspectos a los que se ha descendido poco en la cumbre de Lisboa, donde se ha diseñado un modelo europeo que pretende competir con el americano en términos de crecimiento y creación de empleo, pero sin renunciar a la cohesión social. Dicho en otros términos, el reto asumido exigirá reformas, pero no es una fotocopia americana.

Gran parte del comunicado final de Lisboa transpira terminología de la tercera vía impulsada por Blair. Por vez primera en un Consejo Europeo, y en sus pasos previos, la voz cantante no la ha llevado un ausente eje franco-alemán, sino los periféricos: Blair, Aznar, D'Alema y el propio presidente de la reunión, Guterres, que han centrado el debate en torno a sus propuestas.

De momento, aunque se fijen objetivos europeos, los medios serán esencialmente nacionales, aunque se comparen experiencias, se vaya hacia una "coordinación abierta" y se pongan medios de investigación en común. Los Quince se prometen liberalizar las telecomunicaciones para aprovechar el efecto de dimensión europea, pero no contemplan, como deberían, traspasar a un organismo europeo las decisiones sobre las concesiones, ya sea en telefonía u otros servicios de la nueva economía. Europa, sí; pero con límites.

La euforia europea que ha salido de Lisboa no debería llegar a esconder algunas contradicciones. La política interna francesa ha impedido que Chirac y Jospin se comprometieran con una fecha fija para la liberalización de los mercados de transportes o la energía. Por su parte, Blair puede ser el principal impulsor de esta Europa.com, pero corre el riesgo de quedarse solo fuera del euro, tras la intención anunciada por Suecia, Dinamarca y Grecia de ingresar en la moneda única para 2003. Y es la resistencia española la que impide aprobar el necesario Estatuto de la Sociedad Europea, porque daría una mayor participación a los empleados.

Pero Lisboa marca un hito por el calendario impresionante de reformas económicas que se ha marcado, aunque no sea tan estricto como los que, en su día, llevaron al Mercado Único o al euro. Falta lo más difícil: aplicarlo con flexibilidad, pues el futuro será probablemente muy distinto de lo que se piensa hoy.

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