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Kosovo vive una explosión económica que margina infraestructuras y servicios básicos

La presencia en Kosovo de miles de efectivos militares de la Fuerza Internacional de Pacificación (Kfor), funcionarios de la ONU y otras instituciones internacionales, más toda una gama de ONG, se ha convertido en un motor formidable para la economía kosovar. Cuando se cumple el año del comienzo de la guerra, las calles de Pristina presentan un aspecto de auge económico y animación. Pero la demanda ha provocado una escalada de precios en marcos y una huida de trabajadores intelectuales en detrimento de los servicios básicos, sobre todo la enseñanza.

En teoría, Kosovo es una provincia serbia administrada por la ONU, pero de los serbios no se advierte ni rastro en Pristina. Los 200.000 que vivían en Kosovo antes de la guerra han huido a Serbia o se han refugiado en varios enclaves dentro de Kosovo, donde llevan una existencia precaria, rodeados por los albaneses. De "crear condiciones propicias, para que todos los habitantes de Kosovo puedan vivir una vida pacífica y normal", como establece la resolución 1.244 de la ONU que puso fin a la guerra, parecen distar años luz. Todavía se palpan los odios a flor de piel. El mexicano Enrique Aguilar, que desempeña el cargo de una especie de gobernador de la zona de Pristina, una de las cinco regiones en que la administración de la ONU ha dividido Kosovo, resume con certeza: "El conflicto está tan cercano y el odio es tan profundo, que la gente no puede todavía mirar hacia el futuro y siguen fijados en el pasado".La calle principal de Pristina, que antes llevó el nombre del mariscal Tito y hace un año el de una fecha del santoral ortodoxo, se llama ahora Madre Teresa, la célebre monja albanesa que dedicó su vida a los pobres de Calcula. En esa calle, por donde hace un año los albaneses circulaban con la sensación de mayoría oprimida por la minoría serbia, retumban a todo volumen radios con música folclórica albanesa.

Coches sin placa

En el teatro se representa Hamlet y dos obras de autores albaneses. Los coches, casi todos sin ninguna placa de identificación, se apelotonan y forman un caos de tráfico en un permanente atasco que nadie parece capaz de controlar. Los supermercados y un sinfín de pequeños negocios han brotado como setas, casi tantos como los carteles que informan de la existencia de alguna de las múltiples dependencias de la ONU, la Organización para la Cooperación y Seguridad en Europea (OSCE), la Kfor o alguna ONG.

Los precios son de escándalo. Muchos productos de uso habitual cuestan, en marcos alemanes, el doble de su precio en la patria de la nueva moneda de Kosovo. Resulta inexplicable cómo se pueden pagar esos precios con salarios de 300 marcos mensuales (25.000 pesetas), lo que gana un profesor universitario. La presencia de miles de extranjeros con sueldos altos, capacidad de consumo y necesidades de vivienda ha disparado los precios y creado una demanda artificial. Al mismo tiempo, las necesidades de personal de las organizaciones internacionales, que ofrecen sueldos elevados para el nivel kosovar, atraen a profesionales que antes trabajaban en las escuelas, universidades o instituciones públicas. Casi todos los profesores de idiomas han dejado sus puestos y trabajan como intérpretes para organismos internacionales. Una profesora universitaria de alemán explicaba a este periódico: "Ahora trabajo para una radio alemana y gano 200 marcos al día (17.000 pesetas), lo que gana un profesor de universidad en un mes". Las consecuencias repercutirán sin duda en la calidad de la enseñanza. Un funcionario de la ONU resumía la situación: "La próxima generación de niños no podrá hablar un idioma por falta de profesores".

A pesar de esta apariencia de prosperidad y auge del centro de Pristina, la pobreza y precariedad de la existencia de decenas de miles de kosovares existe y se refleja de forma palpable, junto con la picaresca, en una página publicitaria publicada ayer en el periódico Zeri (La Voz) por la organización de la ONU para los refugiados (Acnur), encargada de la ayuda humanitaria. La página se divide en dos partes. En la superior, la representante del programa para ayuda alimentaria responde a una entrevista y apela a la gente que no lo necesite de verdad a que se retiren de las listas de ayuda humanitaria. La parte inferior de la página se compone a base de una foto de una anciana con una niña ante una choza. Sobre ellas aparece el llamamiento: "No quitéis la comida de la boca de los que la necesitan". Un segundo titular apela: "Retiraos de las listas de ayuda humanitaria".

La vida cotidiana resulta difícil en Kosovo, con cortes de luz y de agua a diario, que desesperan a la gente, pero el invierno ha pasado y una hermosa primavera parece llenarlo todo de vida. Neriman, una madre de 32 años, podría ser la expresión del sentir de gran parte de los kosovares, cuando afirma: "No tengo la menor nostalgia de los serbios, pero la vida ahora se ha convertido en algo muy agotador".

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