Taiwan tiende la mano
La alta tensión entre China y Taiwan, recrudecida tras el éxito en las recientes elecciones de la isla del candidato presidencial menos grato a Pekín, es manejable sólo desde un básico sentido común. El presidente electo, Chen Shui-bian, que ya en campaña había moderado extraordinariamente su tono independentista, acaba de ofrecer otra rama de olivo al afirmar que considera urgente la búsqueda de una "paz eterna". Ya tras la victoria del candidato opositor, el Parlamento de Taipei hizo su primer gesto hacia China levantando una prohibición de medio siglo sobre comercio, transporte y correo entre algunas pequeñas islas y el continente. Como la larga pelea entre China y su antigua provincia está más prendida de la doctrina y las palabras que de los hechos, Pekín, enrocado en su fórmula "un país, dos sistemas", acaba de insistir en que no dialogará con ningún dirigente o partido de la isla que abogue por un Estado separado; algo que Taiwan es de hecho desde hace decenios. No obstante lo cual, el partido del vencedor en las presidenciales ha hecho un nuevo signo de concordia al abrir un debate para suavizar su llamamiento preelectoral a la independencia. Se propone hibernar una cláusula de su plataforma que proponía un referéndum para el establecimiento de la República de Taiwan (concepto tabú para China) y sustituirla por una fórmula mucho más ambigua. Resulta obvio que el presidente electo Chen, que asumirá su cargo en mayo, no va a aceptar el trágala de "un país, dos sistemas", que permite la teórica autonomía de Hong Kong o Macao y acaban de rechazar democráticamente 15 millones de electores taiwaneses. Pero sin duda está dispuesto a hacer las concesiones necesarias para mejorar las relaciones con Pekín. El núcleo de la disputa entre China y Taiwan puede tardar años en resolverse; entretanto, Pekín tiene más que perder que ganar, política y económicamente, si persiste en su permanente recurso a la amenaza. La preservación de la paz exige grandes dosis de responsabilidad y pragmatismo. Taiwan tendrá que modular los cambios en su actual situación política, y Pekín, cesar en su inaceptable intimidación y abrir un diálogo con el nuevo presidente. Occidente, que considera a Taiwan una democracia, y EEUU en particular, que por su condición de poder único tiene una de las llaves de los acontecimientos, deben ser tenaces en hacer comprender a los dirigentes chinos que su objetivo reunificador no puede lograrse mediante el recurso a la guerra.
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