30 institutos sevillanos abren sus puertas por las tardes para impartir talleres educativos Los cursos, financiados por el Ayuntamiento, llegan a más de 3.500 jóvenes de 12 a 30 años
El Ayuntamiento de Sevilla ha conseguido, reorientando sus talleres juveniles, que algunos institutos de enseñanza secundaria de la ciudad abran sus puertas por las tardes. Estos centros han sido siempre reticentes a ofrecer actividades extraescolares una vez acabada la jornada lectiva. Ahora, los cursos gratuitos de informática, flamenco, inglés o teatro, que antes se impartían en locales de los distritos o de asociaciones de vecinos, tienen más de 3.500 alumnos de entre 12 y 30 años. Los talleres cumplen, además, el objetivo pedagógico de relacionar alumnos de secundaria con universitarios y trabajadores.
La Delegación de Juventud del Ayuntamiento dedica a estos programas de talleres juveniles un presupuesto de 40 millones. Siempre se han celebrado en locales municipales o de asociaciones de vecinos en los diferentes barrios. Pero para este curso la delegada, Susana Díaz Pacheco, decidió darles una nueva orientación."El objetivo de los talleres es dinamizar los barrios, darles vida. Y la mejor forma de llegar a los chavales es ir a donde estudian y no romper sus rutinas. Por eso se nos ocurrió ofrecer a los Institutos la posibilidad de que los cursos se dieran en sus instalaciones", explica Díaz Pacheco.
De los 164 institutos que hay en la ciudad, unos 30 respondieron afirmativamente a la oferta del Consistorio. Díaz explica la acogida: "Para ser el primer año, la respuesta fue buena. A los centros les cuesta trabajo abrir sus puertas por las tardes".
Mucho más cuando la oferta se dirige, además de a los alumnos de cada instituto, a todos los jóvenes de entre 12 y 30 años que quieran apuntarse. Uno de los primeros en aceptar el reto fue el instituto Ramón Carande. Su director, Juan Gil, cree que los talleres son un buen medio para conseguir uno de los fines educativos del centro: abrirse al exterior.
La oferta es de lo más variada. Los cursos se dividen en tres grandes bloques: orientación laboral (con opciones como informática, técnicas de estudio o fotografía), ocio (baile flamenco, guitarra, teatro, etc.) e idiomas (inglés, alemán y francés). En un principio cada centro pidió qué talleres quería impartir en sus aulas. Conforme a esas solicitudes y al presupuesto, el Ayuntamiento decidió y repartió. Juventud se encarga de pagar a los monitores y los institutos aportan sus instalaciones.
El taller de informática ha sido el que más éxito ha tenido. Entre todos los centros, hay más de 1.000 matriculados en esta materia que, en unos pocos años, se ha hecho imprescindible para acceder al mercado de trabajo.
Gil cree que el Ayuntamiento ha querido ser prudente porque hubo más peticiones de las que esperaban. En el Ramón Carande se imparten ahora dos cursos de informática (básica y avanzada), uno de teatro y otro de baile flamenco. "Solicitamos otros cursos, pero para ser el primer año estamos contentos con la experiencia. El año que viene esperamos tener más talleres y más demanda. Es fundamental llenar el centro por las tardes".
En cuanto a la relación entre chicos del centro y los jóvenes que vienen de fuera, Gil afirma que ha sido muy positiva. "Para los alumnos que están aquí todavía supone hacerse una idea de lo que se van a encontrar fuera en unos pocos años. También hay casos de chavales que terminan sus estudios y se quedan sin nada. Venir aquí por la tarde ayuda mucho y, además, completan su formación", dice Gil.
Susana Díaz cree que este es un buen primer paso en el objetivo de convertir a los Institutos de Enseñanza Secundaria en centros sociales por la tarde. Díaz piensa que "los jóvenes están habituados a estos centros y deben convertirse en focos de atracción para ellos".
Los proyectos municipales en el futuro son aún más ambiciosos. "Queremos potenciar esta experiencia de los talleres en los institutos. El objetivo es llegar a abrir viernes y sábado por la noche", confiesa ambiciosa Díaz. Con directores como Gil, que cree que "todavía hay huecos que llenar con más actividades", todo parece posible.
Una actividad con la que ganan todos
Con esta iniciativa educativa ganan todos. Los que más, es obvio, los jóvenes. La gran mayoría se muestra muy satisfecha de la experiencia. Macarena Fernández, por ejemplo, es una de las quinceañeras que asisten a clases de baile flamenco en el salón de actos de su propio instituto, el Ramón Carande. "Yo ya sabía bailar algo, pero lo típico, lo que veía en mi casa. Ahora conozco mejor el baile, los palos, y aprendo mucha técnica", dice satisfecha antes de arrancarse por rumbas con sus compañeras.Su amigo de clase, Cristo Parra, tiene casi 10 años más que Macarena. Pero el mismo gusto por el baile que ella. La profesora, Carmen de Torres, cree que no hay dificultad en la diferencia de edad. "Al final se crean unos lazos de amistad muy fuertes", dice Torres.
No todos se divierten tanto como Macarena y Cristo, aunque también estén contentos. Rocío García es alumna del curso de informática avanzada. Con 24 años, estudia 4º de Económicas y sabe que estos conocimientos le serán útiles muy pronto. "Creo que es una experiencia muy positiva para mi futuro profesional. Me lo recomendó una amiga y estoy muy satisfecha", afirma, como si de un anuncio de detergente se tratara.
Los organizadores tampoco tienen de qué quejarse. Los institutos que se han animado a acoger talleres en sus aulas piden más para el próximo curso y están convencidos de que el boca a boca hará que muchos otros centros se sumen a la iniciativa. Juan Gil, director del Carande, cree que "hay que darlo a conocer más".
Y del Ayuntamiento qué decir. Con el mismo presupuesto que en años anteriores, llega a muchos más jóvenes sólo con haberse trasladado al espacio natural de los chavales. El único riesgo es que sean víctimas de su propio éxito y no puedan satisfacer la demanda si ésta crece demasiado.
Ahora, que los que de verdad habrán salido ganando son padres y abuelos, que no sabrían cómo quitar de delante de la tele a los chavales. O, peor aún, cómo evitar que tantos y tantos jóvenes desperdiciaran sus tardes en la calle.
Menudo cambio ahora, que aprenden de ordenadores, hacen teatro y hasta salen bailando por tanguillos de Cádiz.
También es verdad que, de haber alguien descontento serán los conserjes de los institutos a los que, sin comerlo ni beberlo, se les ha duplicado el trabajo. Un problema que se ve recompensado con el aumento de ingresos. Ya se sabe: las penas con pan son menos.
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