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Tribuna
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El fracaso

Elvira Lindo

En una pequeña noticia que leí hace días en las páginas de Madrid de este periódico, leo que aproximadamente el cincuenta por ciento de los alumnos de secundaria de esta Comunidad no llegan a obtener el título de enseñanza obligatoria, con lo que Madrid se ha convertido en una de las autonomías que tiene un mayor índice de fracaso escolar. Ante estos deprimentes resultados (no todos los resultados deprimentes salen de unas elecciones generales), el Partido Socialista Obrero Español e Izquierda Unida preparan una serie de propuestas que presentar al Partido Popular, entre las que destacaban una mayor preparación del profesorado.A mí me gustaría, desearía, que cuando la izquierda propone algo en materia de educación lo hiciera sin prejuicios, sin soltar la cantinela de todos ya sabida de pedir un mayor presupuesto, o cosas como que no se pierda el tren ese de las tecnologías, o que se adopten métodos educativos más de acuerdo a nuestro tiempo o que a los profesores se les prepare más.

Todas estas cosas se han podido oír en la pasada campaña electoral de unas bocas y de otras. Bocas que hablan de la educación y que, según lo que dicen, estoy segura de que no han pisado un instituto en su vida, y si lo han pisado, ha sido para halagar los espíritus de la masa juvenil.

Recuerdo un día que, invitado por el responsable de educación de la Diputación de Málaga, intentaba yo dar una charla a unos alumnos que, hablando entre ellos o arrojándose bolas de papel, preferían ignorar a esas personas que con cara de idiotas les miraban desde el estrado. Los profesores no ponían orden y la triste conferenciante -una servidora- estaba a punto de hacer mutis, cuando el político, en un alarde de optimismo, agarró el micrófono y les dijo a aquellos salvajes:

-¡Olé, qué arte tenéis!

La masa adolescente aplaudió, emitió unos cuantos silbidos de esos que han aprendido en las películas americanas y luego volvió a lo suyo, a producir un berrido ensordecedor. Discutí con el consejero porque no quería aceptar el cheque que me pagaban, ya que finalmente no pensaba dar la charla, pero el presentador del acto, que iba de un lado a otro desesperado, me lo metió en el bolsillo absolutamente avergonzado. Tengo que aclarar que aquel político al que le alegraba tanto la espontaneidad juvenil era del PP, así que no es patrimonio de la izquierda el embobarse con esos ciudadanos que van de los diez años a los veinte, incluso yo diría que últimamente la adolescencia se estira hasta los treinta.

Pero a mí lo que piensen las derechas en cuestión educativa me importa mucho menos, entre otras cosas, porque me lo imagino; lo que verdaderamente me preocupa es lo que piensa la izquierda. Y lo que espero, como supongo que esperan muchas personas progresistas, es que éstos sean años de reflexión y de cierta preparación intelectual para esos políticos que no han ganado estas elecciones, y que dentro de esa puesta al día que necesitan dejen a un lado las vulgaridades en materia educativa. Una de esas vulgaridades consiste en achacar casi en exclusiva al profesorado o al presupuesto el índice altísimo de fracaso en los institutos.

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Parece que la izquierda tiene miedo a admitir que en muchos casos ese fracaso escolar viene dado porque el alumnado se toca el bolo y lo hace sin complejos y sin sentimientos de culpa porque los sentimientos de culpa ya se los hemos borrado los padres de su juvenil corazón.

Parece que la izquierda prefiere responsabilizar a los profesores antes que admitir que hay mucha culpa que carga sobre la educación familiar, sobre el desastroso sistema educativo que ha bajado los niveles hasta límites vergonzosos (se hacen exámenes de un solo tema), y sobre los propios interesados, los alumnos, que en muchos casos no estudian porque nadie se lo exige.

Y la izquierda tiene miedo a admitirlo porque sabe que en materia educativa ha sido muy influyente y se siente responsable. Puede ser que para conquistar a ese electorado que no les respaldó tenga que empezar a mirar la vida olvidándose de dos o tres teorías que se caen de puro viejas.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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