El viaje del Papa intenta crear un clima de diálogo en Oriente Próximo
Juan Pablo II viaja a Israel "como amigo de judíos y palestinos", y como tal pretende favorecer con su presencia un clima de diálogo que contribuya a hacer avanzar el proceso de paz en una zona donde "todavía falta la paz y la justicia". Éste es el único objetivo político entre los motivos religiosos de la peregrinación que iniciará el Pontífice el próximo lunes en Jordania, según reconoció ayer el portavoz de la Santa Sede, Joaquín NavarroValls.
El portavoz vaticano añadió que el Papa desearía que las religiones presentes en Oriente Próximo tuvieran un papel mayor "en el establecimiento de unas bases justas de convivencia" en la zona. El Vaticano maneja con satisfacción una encuesta realizada por el instituto Gallup en Israel, según la cual sólo el 12% de los consultados ve como un hecho negativo la visita de Karol Wojtyla a su país. Mientras un 63% de ciudadanos, comentó ayer Navarro, "cree que ayudará al proceso de paz".La visión positiva que los israelíes tienen del Papa deriva de la política de acercamiento con el pueblo judío que ha mantenido Juan Pablo II desde el primer día de su pontificado. Es el primer Papa que ha pisado una sinagoga -la de Roma, en 1986-, el que ha establecido relaciones diplomáticas plenas con el Estado judío -en 1993- y el que ha condenado como "un pecado" grave el antisemitismo y cualquier forma de racismo. Al mismo tiempo, el Vaticano, en general, y Karol Wojtyla, en particular, han sido capaces de mantener excelentes relaciones con el pueblo palestino y sus representantes. "Juan Pablo II es el Papa que más veces ha reclamado el derecho del pueblo palestino a una patria", dijo ayer el portavoz vaticano.
Sobre esta base de concordia, el programa del viaje (que hace el número 91 de los internacionales que ha realizado Juan Pablo II) ha sido redactado cuidadosamente para no herir susceptibilidades ni dejar a ninguna comunidad descontenta en Jordania, Israel y los territorios controlados por la autoridad palestina, donde el Papa permanecerá entre los próximos días 20 y 26. En la lista de eventos y visitas no hay nada casual, nada que no haya sido estudiado minuciosamente por la diplomacia vaticana en colaboración con la de los diferentes territorios. En el interminable listado de actos figura una visita como la que llevará a Karol Wojtyla al campo de refugiados de Deheisha para "recordarle al mundo", dijo ayer Navarro, "que existen en estos momentos más de 21 millones de refugiados, de los cuales 3.308.000 son palestinos".
Wojtyla hará también una visita al monumento al Holocausto en Israel, a la que acudirán una veintena de supervivientes polacos de los campos de exterminio nazis.
Tampoco es casual que el Papa haya accedido a visitar los dos lugares que reclaman la paternidad del bautismo de Jesús a cargo de San Juan Bautista, a ambos lados del río Jordán. Para contentar a jordanos e israelíes y sobre la base, dijo ayer Navarro, "de que la Biblia, en el Evangelio de San Lucas, no deja claro dónde se produjo este acontecimiento". Pero el viaje, con más de media docena de visitas privadas del Pontífice a lugares considerados santos por los católicos -como el Santo Sepulcro, la Gruta de la Natividad o el Cenáculo-, supondrá antes que nada un reto para la propia salud, sumamente quebrantada, del Pontífice, que en mayo cumplirá 80 años.
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