Una gran faena
Por término medio, cada mes llegan al mercado discográfico español un clon de Dover, una fotocopia de Ketama, una hija de Rosana, un pariente lejano de Javier Álvarez (primera época), una descolorida Mano Negra y una Remedios Amaya de saldo. La industria musical nacional, grande o pequeña, muestra un ansia insaciable por amamantar sucedáneos de fórmulas ya probadas. Por el contrario, una propuesta tan única y tan genuinamente hispana como la de Mártires del Compás ha tenido que grabar su último disco (Mordiendo el duende) para la compañía francesa Detour, apéndice étnico de Erato, ilustre empresa clásica. Cosas de Celtiberia.Cierto que Chico Ocaña y su pandilla tal vez no sean los artistas más cómodos del mundo. Política y culturalmente presumen de incorrectos: Chico provoca incluso a sus incondicionales madrileños, cuenta chistes de gitanos y guardias civiles, emponzoña la flecha antes de lanzar cada canción, se refiere a los "millones de votos azules" e imparte lecciones de flamenco (algo que pone de los nervios a los puristas, que detestan las heterodoxias sonoras y poéticas del Rasputín de San Roque).
Mártires del Compás
Chico Ocaña (voz); Rocio Vázquez (voz, baile); Jesús Díaz (bajo); Manuel Soto (guitarra flamenca, coros); Julio Revilla (guitarras y coros); Manuel A. Álvarez (cajón, percusión, coros) y Paco Jiménez (palmero).16 de marzo. Sala Arena, Madrid. 2.000 pesetas.
Sobre el escenario también se evidencia que Ocaña es un extraordinario showman, de exuberante dramaturgia y desmadejada entrega. Cuenta además con una banda perfectamente engrasada, que esculpe a gusto los palos flamencos y los integra con elementos del rock, el reggae y lo que se tercie. Además, exhiben un cancionero inoxidable y reluciente: a lo largo de dos horas, cae todo Mordiendo el duende, lo más destacado de los tres trabajos anteriores y hasta alguna novedad, como ese bolerazo titulado National Geographic, de comienzo arrebatador: "Por el Serenguetti de tu cuerpo...".
A pesar de los constantes ninguneos, parece que los Mártires ya se han hecho su hueco: atraen a un público nutrido y entusiasta, de esos que se saben todas las canciones y devuelven la energía que proyectan los bafles. Con ojos de rayos X, Ocaña detecta y saluda a simpatizantes y cómplices, algunos de los cuales aparecen en sus letras: "Como dice mi amiga Amalia, / ahora que está dentro / dale movimiento". El grupo sevillano sabe convertir cualquier recinto en un cuarto íntimo donde brota el arte insurgente con naturalidad.
Un concierto memorable. Y, aunque cueste creerlo, a continuación los Mártires y sus íntimos van a cenar y repiten la actuación en el VIPs más cercano. Sin instrumentos pero con mayores procacidades. De lujo.
Babelia
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