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La carrera de las patentes

Los investigadores comparan la descripción ordenada de los aproximadamente 3.000 millones de pares de bases químicas que componen el material genético de todas y cada una de las células de un ser humano con la ascensión al Everest o la tarea de los monjes copistas: un reto a la capacidad humana, un obstáculo a remontar para poder pasar a otra etapa más productiva, una oportunidad de aprovechar el conocimiento para conocer los planos del ser humano, para saber cómo se desarrolla éste desde una sola célula, cuál es la influencia de los genes en su capacidad, en su salud, en la duración de su vida.Aunque los genes al final no lo expliquen todo, la prisa en obtener la información se justifica porque se ven en lontananza posibles frutos no sólo médica y científicamente interesantes sino también económicamente rentables.

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La entrada de la empresa privada en el descifrado del genoma humano ha hecho que el proyecto, que partió de la iniciativa (con un coste de medio billón de pesetas) de los científicos de universidades y centros públicos de investigación de varios países, se haya transformado en un campo activo de la biotecnología comercial estadounidense, que pugna por proteger su trabajo a través de la patente de los genes descubiertos más interesantes para su aplicación comercial.

Los países europeos mantienen la investigación del genoma en el campo público en su mayor parte, pero su esfuerzo no se puede comparar con el que se está llevando a cabo en Estados Unidos, que, una vez más, ha aprovechado su potente maquinaria científica.

Los intentos de patentar determinadas aplicaciones terapéuticas de determinados genes -no se patentan los genes o secuencias en sí- tuvieron éxito dentro del marco capitalista de Estados Unidos, pero no sin que surgieran voces contrarias. Los intentos de patentar secuencias del genoma descifradas pero cuya función se desconocía fracasaron en su mayor parte, no sin que se produjeran grandes discusiones.

El científico Craig Venter, gran impulsor del estudio del genoma humano, primero desde los Institutos Nacionales de Salud de EE UU y ahora desde la empresa Celera Genomics, salió precisamente del organismo público al negarse éste a tramitar la patente de miles de secuencias que él había solicitado.

La guerra continúa en la actualidad. La Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos acaba de hacer públicas nuevas normas, más restrictivas, para otorgar o no patentes sobre material genético, que se aplicarán a las miles de solicitudes que esperan una decisión o a las que se han otorgado provisonalmente los derechos.

Precisamente Celera Genomics anunció el pasado mes de octubre que había presentado 6.500 peticiones de patentes sobre la utilización de genes descubiertos durante la secuenciación de los primeros 1.000 millones de bases del genoma humano.

Una pequeña empresa, Athersys, que utiliza otro método distinto, anunció el 15 de febrero pasado la petición de patentes sobre 10.000 nuevos genes.

La antigua empresa de Venter y su socio Michael Haseltine, Human Genome Sciences, está también en la competición. "Estamos tratando de encontrar el equilibrio justo entre la protección de la innovación y el acceso que el mundo y, en particular, la comunidad científica, necesita", ha señalado el director de la oficina, Todd Dickinson.

Desde ahora, no se considerarán peticiones de patente si no "se identifica explícitamente una aplicación específica e importante" para los genes y los productos de los genes.

Más información en Internet en www.uspto.gov

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