Y al final, no hubo nada
Nueve de la mañana. El engranaje electoral se pone en marcha. Guipúzcoa constituye sus 879 mesas electorales en un tiempo récord y sin incidentes relevantes. Los temores que habían planeado durante toda la campaña, dada la llamada de Euskal Herritarrok (EH) a la abstención activa, hacían presagiar una jornada accidentada en su territorio con mayor presencia. Y, sin embargo, la normalidad fue absoluta, incluso en los feudos tradicionales de la coalición abertzale.El fantasma se diluyó en cuanto los primeros electores comenzaron a depositar sus papeletas. Un dispositivo policial generoso para la ocasión facilitó el ejercicio del voto y evitó intimidaciones y sabotajes. No obstante, hubo aislados episodios, imprevistos que en modo alguno alteraron el discurrir electoral.
En Villabona, un ayuntamiento donde gobierna EH, el colegio situado en el Parque de Fleming amaneció embadurnado con manchones de pintura roja y amarilla, lo cual no impidió que las mesas se abrieran a la hora programada. En el lugar de los hechos compareció la alcaldesa, Maixabel Arrieta, visiblemente nerviosa ante semejante panorama, y ordenó a cinco empleados municipales que empapelaran las fachadas y esparcieran tierra sobre el suelo manchado. Aún así quedaron intactas pintadas en las que se leía Espaniar Parlamentua ez da gurea. Euskal Parlamentua, gure erronka (El Parlamento español no es nuestro. El Parlamento vasco, nuestro reto).
Solidarios con los Presos etarras recorrieron el centro de Hernani dando la espalda a las urnas y festejaron su no participación, al tiempo que reivindicaban el acercamiento de los reclusos a Euskadi frente al colegio Biteri. El despliegue contra las elecciones no fue a más.
En San Sebastián, un grupo de monjas, numerosos ancianos y los funcionarios de Correos con sacas rellenas de votos emitidos por correo fueron quienes estrenaron las urnas. Llamó la atención una presidenta de mesa, simpatizante de EH a tenor de la indumentaria que exhibía, más apropiada para una manifestación en favor de los presos. Hubiera pasado desapercibido si no fuera porque sucedió en Intxaurrondo, el barrio elegido por ETA para perpetrar su último atentado.
En los pueblos diseminados en las cercanías de Tolosa, la mayoría con menos de 500 habitantes y regidos por la coalición independentista, no hubo ningún incidente. El escaso índice de participación fue la nota dominante. A Orexa, la localidad más pequeña del País Vasco, donde HB copa siempre casi el 100% de los sufragios, llegó un voto por correo y en toda la jornada sólo dos personas se acercaron a votar.
Otro tanto ocurrió en municipios como Oiartzun, Lezo, Pasaia o Astigarraga, donde la jornada apenas alteró los hábitos de un domingo cualquiera. Muy pocos pisaron los colegios electorales; el ambiente estaba en las calles, repletas de carteles que incitaban a la abstención.
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