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Reportaje:

Más Academia

Madrid vive un frenesí de alardes entre sus mejores pinacotecas. Ahora le ha llegado la hora de presumir, justamente, a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. La noticia es que su museo va a ganar veinte salas: la Academia acaba de recuperar su cuarta planta y la mitad de la quinta del palacio Goyeneche. Permanecían en poder de su vecino, el ministerio de Hacienda. Son pisos de techos altos cuya profundidad -a la vista, cien metros de fondo- abarca desde la calle de la Aduana hasta la fachada de Alcalá, 13. Allí tiene su magna entrada el palacio dieciochesco, en piedra, que fuera propiedad del tesorero del Reino.Proyectado por Diego de Villanueva con mimo y porticado con sobrias columnas, el palacio fue adquirido en 1774 por la Academia. De su generosa superficie, 25.000 metros cuadrados lo son de suelo pisable, en palabras del director, Ramón González de Amezúa. Con la ampliación, una de las tres mejores pinacotecas de Madrid recobra al menos 1.600 metros cuadrados de espacio hábil para extender su espléndido museo -Morales, Arcimboldo, Ribera, Zurbarán, Mengs-; cuenta además con arte suntuario, escultura e instrumentos musicales. Carente del envaramiento que atenaza a otros museos, es un espacio para la delectación del arte donde una atmósfera grata lo envuelve todo.La luz y los colores quedan más cerca del visitante, dulcemente aromados por un óleo indeleble.

El crecimiento de la Real Academia ha sido exponencial. De la media docena de salas con la que contaba su museo en los años cincuenta, pasó a tener 36 en 1983. Pronto poseerá 56. "La cuarta planta albergará las veinta salas nuevas y la superior será destinada para oficinas, despachos y archivo", precisa el reponsable académico.

La biblioteca contiene más de 40.000 volúmenes de las Bellas Artes, amén de legión de bocetos, planos y alzados. Posee un taller de reproduciones. Se rige con un presupuesto anual de 300 millones de pesetas. Al menos 130 personas trabajan a diario en la Academia, la mitad retribuidas por Cultura.

"Necesitamos precisar un criterio museográfico nuevo", señala González de Amezúa. No descarta que sean la enseñanza y el aprendizaje de las Bellas Artes dos de los motores que inspiren su apuesta cultural, renovada, para la ciudad, donde la competencia pictórica es retadora y feroz. Mientras los 52 académicos de quienes hoy dispone dibujan el futuro rostro de su museo, trece de las obras más humanas de su colega Francisco de Goya, en su día Director de Estudios, cuelgan deslumbrantes de sus muros: regalo de Javier, hijo del de Fuendetodos, el autorretrato de Goya sigue siendo la imagen por todos imaginada del artista aragonés. Godoy, Moratín, Villanueva... pura fuente de belleza y maestría en el corazón de Madrid.

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