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Ruiz-Gallardón muestra la narcosala desmontable que abrirá en Las Barranquillas el próximo mayo

El presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, del PP, presentó ayer, por segunda vez en lo que va de año, su proyecto de una unidad de venopunción para toxicómanos, la primera que se abrirá en España. A finales de diciembre pasado mostró planos y explicó las líneas maestras de la iniciativa. Ayer, en medio de un gran despliegue de medios de comunicación, enseñó el prefabricado que en mayo se instalará en el poblado marginal vallecano de Las Barranquillas para que los toxicómanos más desarraigados consuman en él sus dosis bajo control médico y con apoyo social.

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El grupo parlamentario del PSOE-Progresistas critica "que se haya elegido el último día de la campaña electoral para presentar este dispositivo" y acusa a Ruiz-Gallardón de hacer "una utilización mediática y propagandística del proyecto". Hace dos días, el presidente del Gobierno, José María Aznar, expresó sus dudas sobre la idoneidad de las narcosalas. Ayer, el presidente regional calificó su proyecto de "vanguardista". "Es un impulso rebelde frente a la resignación en el problema de la droga", matizó.El barracón que albergará la narcosala lo ha construido la misma empresa que levantó los prefabricados para los inmigrantes magrebíes damnificados por la violencia racista en El Ejido (Almería). Es un local de 200 metros cuadrados formado por ocho módulos desmontables. El dispositivo está formado por un espacio central, una cabina acristalada desde donde se controlará que no haya más de 10 usuarios a la vez (150 al día); 10 cabinas para consumo, cada una de 4,5 metros cuadrados de superficie; tres baños; tres despachos profesionales; un almacén y una enfermería.

Las cabinas son de uso individual pero en ellas no hay puertas, sólo una cortina de separación. Cada una dispone de una mesa y una silla orientadas hacia el espacio central. "Las cabinas permanecerán abiertas para que los enfermeros vean cómo se inyectan los toxicómanos y eviten así consumos de riesgo, como pincharse en el pene o el cuello", asegura el gerente de la Agencia Antidroga de la Comunidad, José Cabrera.

Un espacio común

En la narcosala de Berna (Suiza), la primera que se abrió en Europa, en 1986, los drogodependientes consumen en un espacio común. Los sanitarios que los atienden consideran que ése es el mejor sistema porque permanecen a la vista y se les puede atender con rapidez en caso de sobredosis. La Agencia ha preferido que las cabinas sean individuales "para evitar rituales de grupo y ofrecer mayor dignidad al adicto". Creen, asimismo, que al ser abiertas permiten observar las incidencias y actuar con celeridad.

Los usuarios del centro podrán analizar voluntariamente la papelina que van a consumir. Pero, al tratarse de un análisis inmediato, su información es sólo cualitativa. Es decir, se puede saber qué drogas componen la dosis, pero no en qué cantidad y tampoco con qué sustancias adulterantes están cortadas.

Según Cabrera, "una información más completa requeriría más de 24 horas de espera". El gerente de la Agencia resta importancia al hecho de que no se puedan detectar los adulterantes: "La mayor parte de las papelinas están cortadas con piracetán, cilofalina o paracetamol, es decir, con fármacos baratos que los traficantes venden como heroína pero que tampoco provocan riesgos, lo del matarratas pasó a la historia. Lo realmente peligroso es que alguien se meta heroína, cocaína y anfetaminas a la vez, y eso sí lo podemos ver en el test".

El sistema de análisis es simple y se asemeja a una prueba de embarazo: se trata de un vasito provisto de reactivos a las anfetaminas (estimulantes), la cocaína, los barbitúricos (sedantes utilizados contra el insomnio), la morfina/heroína y las benzodiazepinas (tranquilizantes). En él está escrito el nombre de cada una de estas sustancias. Sólo hay que introducir una ínfima porción de la dosis disuelta en agua y esperar unos cinco minutos. Si una droga está presente en la papelina, sobre su nombre se dibujará una cruz blanca.

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