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Reportaje:

Miedo y rabia en Intxaurrondo

Aurora Intxausti

Rabia, impotencia y miedo, mucho miedo es lo que sentían todavía ayer los vecinos de la calle Zarategi de San Sebastián, el lugar elegido por ETA para provocar de nuevo el terror en el País Vasco. "Nunca crees que te puede tocar a ti y tarde o temprano te das cuenta que nos llega a todos. Cuando ponen una bomba en un barrio como el nuestro su objetivo no son los guardias civiles. Somos todos", aseguraba un vecino de la zona afectada. Él y su familia estuvieron hasta altas horas de la madrugada recogiendo los cristales que la bomba expandió por todo su piso."Tengo miedo y lo tenemos muchos vascos cuando vemos que nos quieren matar a todos. Incluso a gente que piensa como ellos, porque en este barrio hay muchas personas que simpatizan con esa gentuza", indica una mujer en las inmediaciones de la sede del PSE en la zona.

Intxaurrondo es uno de los barrios más populosos de la capital donostiarra, en el que habitan cerca de 17.000 ciudadanos, la mayoría de ellos trabajadores que residen en viviendas de promoción pública. En las pasadas elecciones municipales, Euskal Herritarrok fue la segunda fuerza del barrio, donde logró que 2.042 ciudadanos le votasen. La formación política más respaldada, fue el PSE, que obtuvo 740 papeletas más que EH. Este barrio donostiarra ha aumentado de forma importante el número de vecinos en los últimos diez años, ya que en esa zona el Gobierno vasco ha realizado importantes proyectos de promoción pública. El barrio es además conocido porque en él se encuentra el cuartel de 513ª Comandancia de la Guardia Civil, que en diez ocasiones ha sido elegido por ETA para cometer acciones terroristas.

"La explosión fue tan impresionante", apunta un viandante, "que decenas de vecinos salimos a la calle para ver qué es lo que había ocurrido. La sensación primera fue de sorpresa por el fuego y el humo y luego de incredulidad ante la imagen dantesca que teníamos ante nosotros". Añade que "había una gran bola de fuego y casi no se veía lo que había debajo. Luego apareció la chica, una guardia civil, y después el chico. El atentado parece que estaba preparado para matar a muchas personas, ya que justo en el lugar en el que se produjo se encuentra una parada del autobús", apuntaba otro vecino.

Cristales por los aires

María estaba cenando en la cocina junto a su familia y tuvieron que refugiarse bajo la mesa cuando escucharon el estallido de la bomba y los cristales hechos añicos caían sobre ellos. "Era horrible. Fueron instantes en los que no sabes qué es lo que está ocurriendo y, cuando te percatas de la realidad, lo único que sientes es rabia y ganas de llorar por la impotencia", afirmaba esta mujer. Su vecino se apunta a la conversación y dice que "en Euskadi es necesario que se cumpla la ley. Creo que los que cometen este tipo de acciones no deben salir de la cárcel sin pagar por ello".

El atentado fue el tema casi único de conversación en los comercios y bares durante toda la jornada. Conversaciones que sólo se realizan si los que se acercan a uno son personas conocidas. "Sabes que hay gente con la que es mejor no hablar de determinados temas y el de ETA es uno [en alusión a los simpatizantes de Herri Batasuna]. Intuyes como piensan y si hablas, encima se enfrentan y se ponen chulos. Aquí se sabe que no puedes ir a una manifestación para decirles a esta gente que ya basta porque te tachan de 'español' y tampoco puedes hablar por miedo a que te hagan cualquier cosa. Son así de demócratas", asevera una mujer. Su amiga asiente y alude a la jornada electoral del próximo domingo. "¿Quién nos dice que éstos no son capaces de poner una bomba cerca de un colegio electoral para impedir que vayamos a votar? Primeros nos aterrorizan y luego nos matan. Esta gente es así", asegura. Hay vecinos que, a pesar de haber sufrido desperfectos en sus viviendas se niegan a opinar, y los que hablan se niegan a facilitar la identidad.

Los destrozos que provocó la bomba no han sido evaluados al detalle, aunque los primeros indicios apuntan que el coste de las reparaciones de las viviendas será elevado. En la jornada de ayer se recogieron algo más de un centenar de denuncias en las dependencias de la Ertzaintza (60), Guardia Municipal (50) y Guardia Civil (20) y se espera que en los próximos días las reclamaciones de los ciudadanos aumenten de forma importante. "Antes de que termine la jornada se incrementarán las denuncias", aseguró un portavoz de la policía vasca.

La onda expansiva destrozó los techos de varios subterráneos, la marquesina del autobús y una decena de automóviles estacionados en las proximidades. Rompió centenares de cristales y persianas de una veintena de bloques de pisos y arrancó los marcos de las ventanas.

En los jardínes de la plaza Gabriel Celaya todavía ayer se podían encontrar pedazos del coche que los terroristas cargaron con 40 kilogramos de dinamita y que llegaron incluso al tejado de un edificio de viviendas de cuatro alturas. La zona presentaba una imagen desoladora debido a los restos de la chatarra de los vehículos que resultaron alcanzados.

A los vecinos de Intxaurrondo les queda ahora una ardua tarea: tratar de recomponer sus maltrechos hogares y mitigar el miedo, la rabia y la angustia por los trágicos momentos que vivieron en la noche del lunes.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Periodista. Trabajó en EL PAÍS entre 1985 y 2021, tanto en la redacción de el País Vasco como en Madrid. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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