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Elecciones 2000

El voto nacionalista se refugia tras sus defensas

El voto nacionalista moderado se enfrenta el próximo 12 de marzo a uno de sus retos más serios desde 1977. Las dos últimas elecciones ya le resultaron difíciles: por un lado, tuvo que hacer frente a las acusaciones de ceder a los violentos que le lanzó el bloque constitucionalista; por otro, a la pujanza con que saltó a la arena electoral Euskal Herritarrok, la marca electoral de HB. Sin embargo, la euforia y la esperanza suscitadas por la tregua etarra y la propia dinámica de enfrentamiento entre bloques mantuvieron a su electorado movilizado.Las condiciones han empeorado ahora. La ofensiva del bloque constitucionalista continúa, si acaso más matizada en los socialistas, mientras el PP la lleva al límite. La confianza de septiembre de 1998 se ha tornado frustración por el retorno de los asesinatos. Las direcciones de los partidos son conscientes de su gran dificultad para mantener igual motivación en sus votantes.

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Además, los comicios son generales, los más desfavorables siempre para los nacionalistas moderados, y la ruptura de la tregua va acompañada de la campaña por la abstención de EH. Los pasos hacia el soberanismo del PNV han sembrado inquietud también entre su masa electoral y el nacionalismo tiene más difícil volver en positivo el balance del trayecto recorrido desde septiembre de 1998. Éste incluye una ETA reactivada y una kale borroka rampante, unas instituciones en minoría y una sociedad más dividida y temerosa ante el futuro. Todo eso se someterá también a juicio el 12-M y el nacionalismo sólo puede actuar a la defensiva, contestar a acusaciones y argumentar en favor de su "intento", mientras otros se encerraban en el "inmovilismo".

Incógnita

El primer cambio significativo, desde 1977, para el conjunto del nacionalismo, se produjo en 1993. Los nacionalistas perdieron su posición ganadora desde 1979, mantenida también en las generales. Cabe pensar que la polarización PSOE-PP, por las expectativas de cambio en Madrid, y la dispersión de los 100.000 votos de EE inclinaron hace siete años la balanza del otro lado, aún por escasos 17.000 sufragios. En 1996 fueron ya casi cien mil los votos de ventaja que la ciudadanía dio al no nacionalismo. La abstención de HB apuntala ahora de antemano parecido resultado. El primer dato al que todo el mundo mirará el domingo en Euskadi , y el primero en conocerse, será el alcance de la postura propugnada por HB. La referencia se sitúa entre el 20,63% de 1982 y el 33,11% de 1989, cotas mínima y máxima en unas legislativas. Los expertos auguran que la formación independentista no conseguirá arrastrar a más del 10% del censo electoral.

La principal incógnita del domingo para el PNV y EA, más allá del reparto de escaños, en el que se da al primero por beneficiario de los dos asientos que deja HB, es la movilización y la fidelidad de su voto, frente al reto abstencionista de los radicales. También hasta qué punto sufrirán o no algún desgaste por la radicalización en los mensajes soberanistas o netamente independentistas y por su pacto con HB.

El comportamiento del voto en las localidades pequeñas y medianas, sobre todo de Guipuzcoa, donde funciona lo que los especialistas llaman "bipatidismo imperfecto nacionalista" dará algunas claves. La batalla interna entre PNV y EA y el radicalismo abstencionista será dura para los primeros en ese 82% de localidades pequeñas donde la hegemonía nacionalista es mayor, que suponen el 16% de la población de Euskadi, e incluso en los 38 de tamaño mediano, por encima de 8.000 habitantes, que aglutinan a otro 30%. La participación en los primeros ascendió en las autonómicas y locales pasadas a cotas desconocidas, por encima del 80%. Pero en ellos el control social es mayor y el miedo puede hacer mella ahora en el votante nacionalista no militante.

La otra cara de esta moneda la constituye el destino del voto sobrevenido a EH durante la tregua de ETA. Son los 75.000 sufragios adicionales que sumó con respecto a los 154.000 de las generales de 1996, su cota más baja junto a las legislativas de 1979.

El voto nacionalista que disparó los resultados de EH en las últimas autonómicas y en las municipales, puede ahora recorrer el camino inverso. En este caso, más fácilmente en el anonimato de las capitales y los otros seis grandes núcleos por encima de los 50.000 habitantes. El destino natural del voto radical no resignado a la abstención son los dos partidos nacionalistas. Tal vez EA resulte en Guipúzcoa una elección menos traumática y también "útil", ya que las encuestas le otorgan escaño. Otro tanto puede ocurrir también con cierto sufragio que vaya a IU en Vizcaya. El incremento de un 45% en la solicitudes para emitir el voto por correo -cerca de 40.000 personas lo han pedido- debe de incluir también a votantes anteriores de la coalición radical, poco dispuestos a dejarse ver en las mesas electorales.

En las mejores expectativas del PNV y EA, el balance entre pérdidas y ganancias puede hacer que los resultados no se diferencien mucho de los de 1996. En esa mejor hipótesis, el PNV aspira a arrancar de la abstención propugnada por EH hasta a un 20% de sus votantes en las autonómicas y las municipales. Y en escaños, lo que finalmente cuenta, dicen, está claro que el nacionalismo va a crecer.

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