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Reportaje:

El héroe expoliado del Manzanares

Antonio Jiménez Barca

Viendo el coche sumergirse envuelto en burbujas en el Manzanares, Jacobo Ovalle, de 21 años, gritó a su compañero: "Hay alguien, José, debe de haber alguien dentro. Hay que hacer algo". Y lo hizo. El coche había caído cerca de una barquichuela que utilizan los operarios del Ayuntamiento para las tareas de limpieza. Rápidamente, sin pensar mucho, el cámara se olvidó del periodismo, se quitó los pantalones, la chaqueta, y en camiseta y en calzoncillos, dejó a su compañero encargado de filmar lo que iba a ocurrir. Se acercó a la barca y se subió a ella. Tendido de bruces, remó con los brazos hasta que llegó al coche, ya completamente cubierto de agua. "Me subí al capó y empecé a golpear los cristales, a intentar abrir la puerta, pero era imposible", relata. La presión del aire encerrado en el automóvil convertía en tarea de superhombres abrir las puertas.Los cámaras de la cadena autonómica Telemadrid Jacobo Ovalle y José Oter, de 25 años, circulaban a las dos y media de la madrugada del lunes por la M-30. Conducían rápido porque querían llegar a un gran incendio declarado un rato antes en el sur de la ciudad y en el que, después se supo, murieron cinco personas. Pero vieron gente asomada al río y algo les impulsó a pararse y olvidarse del fuego. "Aquí pasa algo", dijo Oter. En efecto. Algo había pasado. Unos minutos antes, un coche blanco se había salido de la carretera en una curva, había roto la valla de contención, había volado 10 metros y había caído al agua. Oter y Ovalle se asomaron y contemplaron, junto a una docena de personas, cómo se hundía.

Desde la orilla, Oter, mientras rodaba, intentaba ayudar a su compañero: le lanzaba piedras para romper la ventana, le aconsejaba que no se lanzara al agua, le advertía de que podía congelarse. Porque el agua estaba muy fría. Madrid disfruta estos días los 20 grados por el día, pero de noche la temperatura se desploma hasta los cuatro grados.

Tras unos minutos de luchar desesperadamente con la puerta, Ovalle oyó las voces de los bomberos, que ya habían llegado. El cámara volvió a tumbarse en la barca y remó hasta la orilla en busca de ayuda. Uno de los bomberos, empuñando un pico, se subió a la barca. Ambos regresaron al automóvil mientras más bomberos se preparaban para saltar. Ovalle trepó de nuevo al capó, y esta vez resquebrajó el cristal de la ventana con el pico y logró que entrara aire en el coche. "Y entonces el bombero pudo abrir la puerta sin mucho esfuerzo y desde el capó vi cómo un cuerpo salía flotando por la puerta, como si estuviera muerto. Yo pertenezco al turno de noche de Telemadrid, y estoy especializado en sucesos. Pero para ver salir un cuerpo flotando en el agua no estoy preparado. Me entró miedo", cuenta.

Ovalle recuerda que el bombero le decía: "Tranquilo, chaval, que me tienes que ayudar". Y ayudó. Entre los dos, subieron al herido en la barca, que, tras 20 minutos encerrado en el coche bajo el agua, sufría una parada cardiorrespiratoria por asfixia y una hipotermia: la temperatura de su sangre no pasaba de 32 grados.

Los médicos del Samur se apresuraron a atender al herido, Francisco V. L., de 33 años, casado y con dos hijas pequeñas, que ayer seguía en coma y en extrema gravedad en el hospital Clínico. Unos minutos más en el coche y no habría salido vivo de ahí. Los casos de hipotermia son imprevisibles. Hay quien, como una esquiadora sueca que el año pasado pasó 40 minutos bajo agua helada, logra sobrevivir a una hipotermia de 13,7 grados centígrados y quien no ha conseguido vencer a los 33 o los 34 grados. Ovalle, que quiso ser bombero, pero que suspendió la oposición hace años, descubrió al salir del agua la última novedad de esa extraña noche: mientras se arrebujaba en una manta comprobó que alguien le había robado los pantalones, en los que llevaba las tarjetas de crédito.

Después, más tranquilo, se dio cuenta no sólo de lo que había hecho, sino de lo que no había logrado hacer. Vio a los médicos ocuparse del cuerpo lívido del herido y de pronto rompió a llorar.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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