La calumnia
Pobre Salieri: apenas muerto Mozart, que a finales del siglo XVIII acaparaba la atención musical de Viena (y de toda Europa), se le culpó injustamente de su muerte. Pobre, pobre Salieri: sus cargos eran importantes, pero su música se quedó en mediocre por la aparición del genio infantil; y comenzó a correr la leyenda de que él había sido el misterioso caballero que le había encargado una misa de réquiem, que finalmente sería para el funeral del mismo Mozart, y quien le había envenenado. Se sabe que el mensajero gris del réquiem no era Salieri, sino un enviado del conde Walsegg que le encargaba la partitura; no hace mucho que se ha podido asegurar que había muerto de muerte natural, y se conoce la enfermedad que acabó con él a los 35 años. Sin embargo, hoy mismo se representan en Madrid dos obras que relatan la maldad criminal de Salieri: una la de Pushkin (fue la primera: de ella hizo una ópera breve Rimski Korsakov. La comedia en un acto la hacen en el Teatro de Cámara, dirigida por Ángel Gutiérrez) y ésta de Shaffer, y se está pasando por televisión la versión cinematográfica de Shaffer dirigida por Milos Forman. Yo prefiero la de Pushkin: por su lenguaje de gran escritor, por su sencillez. De la de Shaffer y la película me molesta mucho la ridiculización de Mozart (la hace muy bien el actor Roger Pera: cuanto mejor la haga, más ridículo es el personaje), que es una calumnia añadida: una cosa es infantilismo, el niño prodigio que se le quedó siempre dentro, su condición de seductor de jovencitas, y otra muy distinta la imbecilidad. Pero teatralmente tiene que ser la oposición del severo, del dramático Salieri, al que Pepe Sacristán da empaque y tragedia; en esta oposición diseñada por el autor, y aumentada por el versionista y director para que sea más teatral, tiene también que exagerar, sobre todo en los dos finales de acto.La idea de añadir fragmentos de Mozart es enormemente peligrosa: quedan mejor de lo que me temía, aunque supongo que un fanático mozartiano de los que peregrinan todos los años a Salzburgo no admitiría nada. Pero hay una buena contralto, un bajo y un barítono que están muy bien, y los coros no fallan: pero no sé si tienen aumentos de voces en la grabación musical. La cuestión del micrófono abarata mucho el teatro. Pepe Sacristán tiene una voz rica y el micrófono la transforma y unifica los planos en que se emite. Están haciendo lo mismo en el Albéniz Nuria Espert y Adolfo Marsillach. Es otra de las diferencias del teatro en directo con el cine que se va perdiendo. Cierto que son teatros de no muy buena sonoridad.
Amadeus De Peter Shaffer, versión de Ángel Alonso
Intérpretes: José Sacristán, Roger Pera, Carmen del Valle, etcétera. Cantantes en directo, Susana Casas, José Antonio García, Hasmik Nahapetyan, entre otros. Grabaciones de la Orquesta Filarmónica de Praga. Dirección musical de Miquel Ortega. Dirección de escena: Ángel Alonso. Teatro Nuevo Apolo. Madrid.
El público del viernes por la tarde exageró su respeto durante la representación, pero fue muy agradecido y muy satisfecho en sus ovaciones finales, muy admirables después de dos horas y media de representación que se hace monótona, porque la oposición entre los dos personajes se convierte en el tema único. Las ovaciones arreciaron cuando ellos dos salieron a saludar. Gritaba con entusiasmo un grupo de colegialas (también había chicos, pero ellas son más gritonas) llevadas por sus profesores, de los que espero que, en clase, al comentar la obra, explicaran que todo es una gran calumnia contra dos excelentes músicos de la época: uno no era asesino y el otro no era imbécil.
Babelia
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