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Tahonas andaluzas

Tahona es una vieja palabra del español. En los venerables Bocados de oro, escrito a mitad del siglo XIII, se lee: "Es tal como el asno de la tahona que anda aderredor todavía y no sabe que se faze". En el viejo Tesoro de la lengua española, Covarrubias había escrito: "Es un molino en seco de que se usan dentro de las fortalezas y en los lugares donde no tienen molinos de agua, a vezes mueven las ruedas hombres, a vezes bestias".Si se me permitiera, añadiría unas palabras del mismo Covarrubias: "Llamamos 'atahona' el oficio y ocupación de pesadumbre que se repite hoy y mañana y siempre, como haze la bestia del atahona que siempre anda unos mesmos pasos y los vuelve a repetir infinitas vezes". Tenemos unos testimonios muy precisos y sabemos qué son los molinos de bestia. Ya estamos en nuestra senda: el Vocabulista en latín dirá: "bestia sin agua", más o menos lo que Nebrija dice en su Vocaulario español-latino: "Atahona de asno: mola asinaria". Ya sabemos lo suficiente. ¿Pero tahona o atahona son palabras de hoy? Fueron muy usadas en lo antiguo, pero ahora dice algún diccionario, y de los mejorcitos, que son términos inusitados. Así están las cosas.

Pero un buen día, el dialectólogo tomó otra vez su mochila y se fue al monte. Ahora cayeron en suerte las tierras de Huelva y allí enderezó sus pasos para recoger nuevas palabras o viejos artilugios. Sí, en Ayamonte (Huelva) vio molinos de marea, movidos por las aguas del mar, que utilizan como cazo el mismo estero donde el ingenio se asienta. Pero lo que aquel hombre buscaba eran tahonas, los viejos molinos movidos por bestias. Lo que buscaba el dialectólogo estaba en Sanlúcar de Guadiana, Iznate, Benamocarra, Solares, Chimeneas, por más que tales ingenios se utilizan ahora para amasar el pan.

Y las palabras pasaban al cobijo que se les ofrecía: almahtrés era en Iznate (Granada). Todo va resultando de inédita novedad. En Cabezas Rubias (Huelva). Sí, retraté una tina en cuyo interior había dos ruejos de piedra que eran movidos por el malacate con un borrico; en Benamocarra (Málaga) había una tahona con una sola piedra y los costillares para amarrar a la caballería. Era mucho lo que se había recogido.

El dialectólogo volvía meditando. La mochila llevaba un montón de fotografías y los cuestionarios otra carga de palabras. Meditaba el dialectólogo sobre el incierto saber de los lexicólogos. Era cierto (a)tahona era un término desusado. ¿Cuántos alumnos universitarios sabrían responder a nuestra pregunta? Sin embargo, hombres de limitados saberes (¿limitados saberes?) nos habían dado una hermosa lección de palabras y cosas. Aquellos hombres de gesto apocado cada día nos descubrían una parcela del mundo que nosotros buscábamos. Hoy han sido las (a)tahonas. ¿Término en desuso? Para aquellos molineros de Huelva que un día -ya hace años- esperaban al dialectólogo para que sus cuadernos se enriquecieran. Y hoy pudiera contarlo a sus lectores.

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