Mujeres por la tolerancia cultural
A las dos representantes de la Asociación de Mujeres Progresistas de El Ejido que ayer fueron homenajeadas por sus homónimas en Valencia les cuesta hablar de su experiencia personal y el trabajo que llevan desarrollando durante ocho años en apoyo de las mujeres y la integración de los magrebíes en el poniente almeriense. De forma espontánea reconducen toda pregunta sobre las actividades que realizaban hacia un mismo tema: la "caza del moro" en la que se convirtió el pueblo donde viven durante el primer fin de semana de febrero, una experiencia de la que aún no se han desprendido y que sufrieron en sus propias carnes. "No se explica cómo la situación no saltara antes", señala Mercedes García, presidenta de la asociación. Mercedes habla de forma serena pero no puede evitar indignarse al relatar las "condiciones infrahumanas" en las que malviven los inmigrantes, en los almacenes de aperos del campo, junto a los pesticidas, los sulfatos, sin agua ni luz. Y no entiende cómo pese a ello, fueran los habitantes del pueblo quienes abrieran una veda indiscriminada contra ellos hace algo menos de un mes.
Helena Maleno es más jóven que Mercedes, es la portavoz de la asociación y se expresa con más rotundidad. Para ella, el brote de racismo y violencia contra los inmigrantes es "lo más grave que ha sucedido en el país". Relata enérgicamente la falta de seguridad ofrecida por la policía local a los extranjeros, la indefensión que sufrieron, y el sobrecogedor escenario en el que se convirtió el pueblo durante tres días: "Desapareció el Estado de derecho y la democracia". Helena no habla de un brote racista repentino, está convencida de que existía un caldo de cultivo alimentado durante años por la "falta de cultura de la población" que explotó definitivamente el 6 de febrero. Señalá que quizás ella escapó de esta situación al irse a estudiar a Madrid. A su vuelta, familiares próximos han renunciado a ella por la vinculación que mantiene con la asociación.
Señala que el pueblo nunca entendió la actividad que desempeñaban las mujereres. De hecho, en febrero pasado, el alcalde de la localidad, el popular Antonio Enciso, las desalojó del local que les había cedido el Ayuntamiento, curiosamente el pasado 23 de febrero. Las atenciones a mujeres maltratadas -92 sólo durante el año pasado- y los servicios que prestaban a los inmigrantes las mujeres progresistas de El Ejido no eran del agrado de la mayoría de la población. La asociación servía de puente hacia los inmigrantes para regularizar su situación, de refugio y de punto de encuentro en un país extraño y les ofrecía cursos de español y ocupacionales para facilitar su integración laboral. "Al ser mujeres, nos ven un poco como sus madres", señalan ambas. El pueblo no les perdonó estas actividades y entre los ataques a carnicerías, restaurantes, coches, la mezquita, locutorios telefónicos y todo aquello que olía a extranjero, hicieron un hueco para arrasar la sede de la asociación, que ha sufrido ya cuatro agresiones. Ellas tampoco fueron ajenas a la barbarie racista que se apoderó de El Ejido. Mercedes se encontraba fuera de la localidad el fin de semana que se extendió la violencia, pero sus hijos no. Los dos, de 19 y 22 años, no escaparon de las batidas de los miles de conciudadanos que armados con barras de hierro y bates de béisbol asediaron su casa. "Algunos de los que les apedreaban y gritaban desde fuera eran amigos suyos", recuerda Mercedes. "Dicen que no quieren vivir en el pueblo", señala.
Ahora lo que más les preocupa es la gente que se encuentra pendiente del proceso de regularización de la Ley de Extranjería. Muchos inmigrantes dependen de ellas para normalizar sus papeles. "No les podemos dejar colgados", señala Mercedes.
Además de esta asociación, la Federación de Dones Progressistes de la Comunidad Valenciana premió ayer al alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, a la periodista y presidenta de la Unió de Periodistes Valencians, Rosa Solbes, a las Madres de la Plaza de Mayo y a las mujeres que hicieron posible la existencia del Institut Valencià de la Dona, Carlota Bustelo y Carmen Martínez Ten.
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