El estilo Pimentel
El ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, ha destituido fulminantemente al director general de Migraciones tras conocerse que una empresa de su mujer dedicada a la formación profesional ha conseguido, a partir de la llegada del Partido Popular al poder, un aumento espectacular de su facturación a cuenta de los fondos públicos destinados a esta materia. Desde luego, hay que preguntarse, como otras veces en el pasado, cómo pueden hacerse nombramientos tan desatinados. Pimentel deberá dar explicaciones sobre el alcance de la deslealtad de su subordinado. Pero de momento ha reaccionado con rapidez e inteligencia, evitando enredarse en esas disquisiciones escapistas que otras veces han complicado escándalos similares.Si a ello se añade el discurso firme e inequívoco que Pimentel ha mantenido a favor de la integración de los inmigrantes de El Ejido y su crítica a la actitud del alcalde del PP en esta localidad, hay que concluir que el titular de Trabajo marca un estilo propio en el Gobierno y en su partido. Algunos pensarán que esa actitud se debe a su anunciada decisión de abandonar el primer plano de la política y de no presentarse a las próximas elecciones. Se trataría de un desplante de quien ya no espera nada de la política ni tiene que contentar a nadie. Pero más bien parece cierta la hipótesis inversa: es la distancia entre el estilo y el discurso abierto y conciliador de Pimentel y el de algunos barandas de su partido lo que puede haber provocado su marcha de la política.
Un estilo y un discurso que se han hecho notar, sobre todo, en su actitud ante la Ley de Extranjería y los problemas de fondo de la inmigración. No es casual -o, en todo caso, es una coincidencia elocuente- que en la retirada de la política le acompañe Amalia Gómez, secretaria de Asuntos Sociales, que, como Pimentel, defendió el espíritu integrador de la ley a pesar de la opinión en contra del Gobierno.
Han sido evidentes, por otra parte, las diferencias de tono y de contenido del discurso de Pimentel respecto del Gobierno y del PP sobre los sucesos de El Ejido. El ministro ha respondido a la resistencia del alcalde con el argumento de que no se puede atraer a los inmigrantes como mano de obra y negarles sus derechos como personas, mientras Aznar señalaba que había que estar en el lugar de los hechos para juzgar a los vecinos del pueblo que perseguían a los magrebíes después del asesinato cometido por un perturbado. Una opinión que los más violentos del lugar han entendido como un respaldo implícito a la actitud intolerante del edil del PP. Por eso es especialmente elogiable la independencia del ministro de Trabajo.
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