Observación del nanomundo
El premio Nobel Richard Feynman propuso en 1959 una visión audaz, la de ordenar los átomos como se desee. Está claro que Feynman consideraba que era un sueño. En 1990, exactamente dos años después de su muerte, científicos de un laboratorio de IBM escribieron el logotipo de su compañía con 35 átomos de xenón, arrastrándolos por una superficie de níquel para escribir en una caligrafía tipo braille.Esto fue posible gracias a una herramienta diseñada para ver el interior del mundo atómico, el microscopio de efecto túnel (MET), que, junto con el microscopio de fuerza atómica (MFA) ha abierto el camino a la observación del nanomundo. Carlos Bustamante, de la Universidad de Oregón, ha utilizado el MET para observar cómo se desliza una enzima, llamada ARN polimerasa, a lo largo de un filamento de ADN para buscar el comienzo del gen que debe copiar. Este proceso es la primera fase de la producción de nuevas proteínas dentro de una célula.
Dado que mide directamente las fuerzas, el MFA resulta especialmente valioso para el estudio de los mecanismos moleculares de la célula. En la Universidad de Munich, Alemania, por ejemplo, Hermann Gaub utilizó el MFA para medir las fuerzas implicadas al estirarse una molécula de la proteína elástica titina. La titina proporciona a las fibras del músculo un mecanismo de prevención contra fallos.Otros dos grupos utilizaron una técnica diferente para lo mismo. Estiraron las moléculas con pinzas de luz. Por insustancial que pueda parecer la luz, puede sostener de manera segura los objetos diminutos. En un campo de luz intensa producido en la intersección de dos o tres haces de láser, es posible atrapar y manipular con gran precisión objetos microscópicos en una especie de lenta melaza óptica.
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