Promesas fiscales para arañar el voto
Cuando los partidos hacen ofertas electorales, al final la pregunta es cómo se paga todo lo que prometen. Con impuestos, naturalmente. Pero éstos también bajan, por diferentes vías, en la mayoría de los programas. A los contribuyentes les cuesta confiar en ello y los partidos no dan crédito a sus competidores.Hoy, por ejemplo, no hay acuerdo sobre si el Gobierno del PP ha bajado o no los impuestos. Es verdad que la tarifa del IRPF se ha reducido (del 56% al 48% en el tipo máximo). Pero se dijo que las retenciones del trabajo a cuenta del IRPF bajarían el pasado año una media del 17% y la recaudación por este concepto ha aumentado un 3,5%.
Influye el hecho de que se ha creado más empleo, pero habrá que esperar a la declaración que se presente en junio de este año para hacer las cuentas y sacar conclusiones. De momento, la complejidad del nuevo sistema de retenciones, los errores a que induce y la falta de información oficial detallada mantienen abiertos los interrogantes.
Las comparaciones con la situación anterior también son difíciles. No se publican oficialmente desde el año 1995 las estadísticas del IRPF. Además, el impuesto ha cambiado de arriba a abajo. No sólo se ha reducido la tarifa, sino que, lo más importante, las deducciones ya no se aplican en la cuota, sino en la base.
Esto significa que cuanto más alto es el nivel de renta, proporcionalmente es mayor el descuento por trabajo, hijos o ascendientes. Es lo que ocurre, por ejemplo, en una empresa cuando se suben los sueldos en un porcentaje. Al que más gana le corresponden más pesetas. Si la subida fuera lineal, sería igual para todos.
El PP mantendrá esta línea, si consigue ganar las elecciones, porque lo que quiere es favorecer a las familias, a trabajadores y pensionistas. Por ello se ha establecido esa cantidad que se descuenta de la base del impuesto, como un dinero que no ha de tributar porque se considera imprescindible para vivir, sea cual sea el nivel de renta. El PSOE lo cambiará y volverá a las anteriores deducciones en la cuota, al considerar que así se favorece más a las rentas más bajas.
A expensas de ver el efecto del nuevo IRPF sobre el reparto de la carga fiscal y la progresividad del impuesto, entre los años 1995 y 1998 (declaración presentada en el ejercicio siguiente), las rentas del trabajo han ganado peso, más de tres puntos. Las demás rentas, empresariales y del capital mobiliario, lo han perdido. Sería normal si la remuneración de asalariados hubiera progresado a ese ritmo en la distribución de la renta nacional. No ha sido así. En esos años, las rentas del trabajo han ganado sólo siete décimas.
Aunque el IRPF es el mayor de los impuestos -supone casi la tercera parte de los ingresos del Estado-, los contribuyentes pagan a Hacienda prácticamente desde que se levantan de la cama a través de otras vías. Con carácter general, el IVA y los impuestos especiales que gravan el consumo de tabaco, alcohol y combustibles.
El pasado año, por primera vez, la composición entre unos y otros ha variado. Ahora el Estado recauda más por los impuestos indirectos (IVA y especiales) que por los directos (IRPF y sociedades). La diferencia es que estos últimos se pagan en función de la renta de cada uno y son más equitativos desde este punto de vista, y los primeros gravan según el producto que se compra.
La presión fiscal (impuestos y cotizaciones sociales en relación al PIB) tampoco ha bajado en España en estos años. Al contrario. Según datos de la OCDE, ha crecido 1,4 puntos entre 1995 y 1998. Pese a ello, España tiene aún una presión fiscal inferior a la media de la UE (6,8 puntos menos), lo que expresa un alto nivel de fraude fiscal, ya que no hay grandes diferencias en cuanto a los tipos impositivos.
Los partidos se proponen abordar este problema, aunque las soluciones no parecen fáciles. La dirección seguida por la Agencia Tributaria en estos años ha deteriorado el clima de trabajo y ha impedido avances. En esta etapa, ha habido tres cambios de equipos directivos, una comisión de investigación en el Parlamento, varias huelgas y casos de corrupción del pasado que han salpicado el presente.
Se ha avanzado, sin embargo, en modernizar la gestión para que la declaración de impuestos sea menos molesta. Ahora, por ejemplo, se pueden presentar las declaraciones de renta por Internet. Aun así, los impresos siguen siendo complicados, y las obligaciones formales, excesivas.
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