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Tribuna:GUIÑOS
Tribuna
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¡Nunca jamás¡

JOSU BILBAO FULLAONDOMuchas son las fotografías de la guerra civil en Euskadi que han desfilado ante mis ojos. Desde el archivo del historiador labortano Eugenio Goyenetxe, el del baracaldés Luis Ruiz de Aguirre (Sancho de Beurko), hasta un numero considerable de revistas extranjeras que permitieron en su momento la publicación de los cuatro volúmenes de Historia general de la guerra civil en Euskadi. Estos días, la Fundación Sabino Arana, con la publicación del libro ¡Nunca más!, aporta detalles gráficos de la contienda hasta ahora desconocidos. Con rigor que honra la edición, los protagonistas están sacados de ambos lados del frente. Si bien no se puede obviar la presencia de dirigentes notables, la aportación se vuelve más sustanciosa cuando vemos que en ella predominan las gentes sencillas, homenaje para todos los que se vieron arrastrados a un interminable calvario que duró cerca de cuarenta años.

El trabajo, prologado por Anton Aurre, presidente de la fundación, tiene como autoras a las jóvenes historiadoras Leyre Arrieta y Miren Barandiaran. Su recorrido pasa fundamentalmente por Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra. También aparecen otros lugares donde llegaron vascos en su diáspora, destaca Barcelona donde muchos encontraron refugio temporal. El diseño ha querido que cada uno de los capítulos se dote de una serie de citas breves que buscan contextualizar las imágenes. Las firmas son innumerables desde Franco al lehendakari Jose Antonio Aguirre, pasando por el anarquista Manuel Chiapuso, Dolores Ibarruri o el sacerdote Alberto Onaindia. En cualquier caso, cada uno de los apartados se abre con una fotografía. En el primero de ellos un soldado regordete posa firme ante la cámara. Se le ve satisfecho mientras monta guardia en el circulo tradicionalista de Pamplona. Son los primeros días del alzamiento. "Se levantó, se levantó; el requeté para luchar, para vencer", así dice la canción. En la capital navarra voluntarios carlistas y falangistas se manifiestan y exhiben su fuerza. Sus mujeres les colocan escapularios. En Vitoria los niños saludan camiones llenos de guardias civiles. En Guipúzcoa la instrucción se hace en los frontones. Columnas de jóvenes vizcaínos suben al monte Artxanda para convertirse en auténticos gudaris.

Luego llegan los efectos de los bombardeos, puentes rotos edificios derruidos. Los hombres disparan desde las trincheras de Jaizkibel, otros posan delante de los carros de combate. En Hendaya avanza un grupo voluntarios de las brigadas internacionales. Una colección de retratos identifica a los dirigentes. Aguirre visita el poblado de Elgeta donde el batallón Gordexola lucho con tesón. Manuel de Irujo, en tanto que Ministro de Justicia, también acude a los frentes de combate. Los nidos de metralletas están aposentados en Orduña. Maruri, Durango, Gernika, enseñan escombros, ruina y muertos. Los niños no se privan de jugar sobre los cascotes, el fotógrafo, quizás uno de aquella brigada intrépida creada por el Gobierno vasco y dirigida por Guerequiz, capta también ese momento. Desde Santoña intentan escapar del enemigo. Lejos de la patria siguen su combate contra el fascismo

Pasadas las defensas del cinturón de hierro las tropas franquistas entran en Bilbao. Rostros alegres les reciben con el brazo en alto. El derruido puente del Arenal es telón de fondo para la insólita pose de un soldado comiendo una manzana mientras monta de espaldas un pequeño borrico. La victoria rebelde queda sellada con un toque de ironía con la foto de cuatro chicas en Barakaldo llegan por un camino con vestidos de lunares con faralaes, como las gitanas, y entre ellas, sobresaliendo por el contraste, otra vestida con el uniforme de la falange. Mas cáustico resulta el adolescente con turbante y chilaba que sale de la iglesia de Lekeitio bajo el saludo fascista de una multitud de chavalitos. Todas ellas son fotografías de gran interés histórico, el testimonio prima sobra los aspectos formales aunque en algunos casos los autores también se preocuparon de ellos.

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