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Haider moverá los hilos del poder desde su feudo de Carintia Los adversarios del 'caudillo' en su provincia temen el día en que se quite el disfraz

Los miembros del Gobierno de Austria del Partido Liberal (FPÖ), que dirige con mano férrea el populista de derecha Jörg Haider, acudieron como un solo hombre el pasado jueves a una sesión de clausura en Klagenfurt, la capital de Carintia, donde el caudillo desempeña la jefatura del Gobierno desde el pasado abril. Con la peregrinación a Carintia de los ministros del FPÖ, Haider, que no da puntada sin hilo y cuida al máximo los mensajes y señales, ha dejado claro quien manda en casa.

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Está en marcha el modelo de un Gobierno en Viena con la mitad de los componentes de la coalición, los ministros del FPÖ, fieles corderos a las órdenes de Haider, que no ha vacilado estos días en recurrir a una metáfora del reino animal: "Las gallinas tienen miedo a que llegue el zorro"; es decir, él.Al mismo tiempo, Carintia brinda a Haider un escaparate para demostrar que su forma de gobernar no supone ningún peligro para la democracia. En los 10 meses que Haider lleva en el poder en esta provincia, no se registran abusos ni atropellos. No obstante, los críticos de Haider desconfían y sacan a relucir una y otra vez la metáfora del lobo que se disfraza para luego devorar a los corderitos.

En la versión alemana, el lobo tiene que comer tiza para disimular su ruda voz y engañar a los corderos. El intendente general del teatro de Carintia, Dietmar Pflegerl, no vacila en afirmar: "No le quepa la menor duda de que se han agotado las reservas de tiza en toda Carintia, porque Haider se la come toda".

Marjan Sturm, dirigente de la asociación central de las organizaciones eslovenas, comenta en Klagenfurt con cierta dosis de cinismo: "Esto se llenó de periodistas que querían que les mostrara cinco eslovenos recién torturados, pero no puedo hacerlo". No deja la menor duda Sturm de su postura hacia Haider, a quien no considera neonazi, pero sí peligroso, "porque no tiene escrúpulos en la lucha por el poder, y, si es necesario, utilizará todos los recursos que le ayuden a conseguirlo". De momento, a Haider le interesa hacer buena letra y mostrarse como un gobernante capaz y respetuoso con el orden constitucional.

La cuestión eslovena, con la que Haider inició su carrera, ha dejado de ser un tema candente en Carintia, región fronteriza, que hace tan sólo 80 años, el 10 de octubre de 1920, decidió, en referéndum, incorporarse a la república austriaca y dar calabazas al reino de Yugoslavia. Hoy día, tras la desintegración de Yugoslavia, en Austria no se puede hablar del peligro esloveno. La vecina Eslovenia llega a duras penas a los dos millones de habitantes. Sus emigrantes censados en Austria son tan sólo 15.000, aunque ascienden hasta 50.000 si se considera como tales a los que hablan ese idioma. No suponen el menor problema. Haider, en su política de gestos, ha llegado incluso a nombrar a un esloveno para el cargo de jefe de protocolo.

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El Estado en el que Haider ha instalado su feudo tras su victoria en las elecciones (un 42% de votos en marzo de 1999) ofrece un panorama casi idílico al visitante.

Situada entre montañas, Carintia presume de albergar en su territorio la cumbre más alta de los Alpes orientales y 1.270 lagos con agua potable. En un espacio algo menor que Asturias, 9.533 kilómetros cuadrados, viven poco más de medio millón de habitantes y cuenta entre sus hijos ilustres a varios de los más destacados escritores austriacos (Robert Musil, Peter Handke o Ingeborg Bachmann), cuyos herederos acaban de mantener una pugna con Haider por el premio literario que lleva su nombre. Un incidente sin duda menor pero que pone de manifiesto el rechazo o el temor ante un Haider que en sus campañas electorales arremetió contra los artistas que viven de las ubres del Estado.

El teatro de Klagenfurt lleva una vida floreciente con sus 800 butacas, que en una ciudad de 90.000 habitantes mantiene una ocupación del 94,5%, "el mejor de Austria", como asegura con orgullo su intendente, que saborea con placer las excelentes críticas al estreno de la víspera, Sonata de espectros, de August Strindberg.

En el programa aparece el autor austriaco Thomas Bernhard, una de las bestias negras de Haider, quien, asegura el intendente, "no tocó el presupuesto del teatro ni intervino para nada en la programación" desde que llegó al poder. El responsable del teatro, sin embargo, no se fía ni un pelo: "Las cosas han ido mejor de lo que yo esperaba. Me temía lo peor y no se produjo, pero esto no elimina mi escepticismo. Temo la componente básica fascistoide de su carácter. Se ve en su reacción con el premio Ingeborg Bachman y su comentario de que se trataba de algo "estéril y muerto". Eso muestra de quién es hijo. En ese punto yo lo temo y siempre lo temeré. Mañana puede cambiar todo".

En la Universidad de Klagenfurt, el catedrático de Psicoanálisis Klaus Ottomeyer puede considerarse como un auténtico haiderólogo, con varias publicaciones y experimentos sobre la figura del caudillo populista cuya trayectoria sigue desde hace una década. Asegura que sólo entre un 15% y un 20% de los seguidores de Haider entran en la categoría de ultraderechistas.

El catedrático tiene dibujadas en un tablero las diferentes caracterizaciones con que se presenta este camaleón de la política: el Robin Hood que lucha contra los poderosos y los privilegios de la partitocracia con métodos brutales que con frecuencia destruyen existencias; el maratoniano, la figura del supermacho presumido y exhibicionista, una versión de Rocky o de Rambo; el seudosocialista que da golpecitos en la espalda a la gente en plan amistoso y la trata de tú; un socialismo de las carpas donde se bebe cerveza en las fiestas populares, practicado por un hombre multimillonario y de elevada formación académica que de hecho no tiene nada que ver con los que tutea.

El rescate de los nazis

En un segundo plano pinta Ottomeyer el Haider pardo, el neonazi de sus inicios que mantiene un vínculo de referencia irrompible con su origen familiar, sus padres, viejos nazis empedernidos. Para Ottomeyer, Haider se siente encargado de una misión: rescatar a los nazis de la generación de la guerra y absolverles de sus culpas, y "su estabilidad emocional depende de esa conexión".

Esta componente de la personalidad de Haider, que sale a relucir de vez en cuando con sus famosos descarrilamientos verbales seguidos de desmentidos, la niegan sus seguidores, que reiteran: "No es un neonazi".

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