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Una sociedad obligada a la solidaridad con los inmigrantes

Pese al constantemente repetido discurso de que España sufre una invasión de inmigrantes, los datos de Eurostat resultan incontestables: sólo un 1,3% de la población está compuesta por personas no nacidas en España y, de ellas, el 0,6% procede de otros países de la UE. Los extracomunitarios, clave de todas las polémicas y tensiones, son únicamente un 0,7%."Estamos hablando de escasamente 30.000 personas", dice la eurodiputada socialista Rosa Díez. "Y ello en un país que, hasta hace como quien dice cuatro días, exportaba emigrantes. Estamos hablando de un porcentaje que está cinco veces por debajo de la media de la UE".

Díez avisa de que habrá que aceptar con plena naturalidad que cada vez haya en España más inmigrantes, estén o no dentro de la legalidad. "Lo que es una imprudencia es decir, como ha hecho el Gobierno del PP, que la ley de Extranjería puede tener un efecto de llamada, como sugiriendo que fomentará una auténtica invasión".

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La realidad, advierte Díez, acabará poniendo las cosas en su sitio. "Si somos una sociedad que ha elegido no tener hijos, y ahí está la tasa de natalidad para demostrarlo", dice la eurodiputada socialista, "debemos también atenernos a las consecuencias que derivarán de esa opción. Por tanto, muchos trabajos van a tener que ser desempeñados por extranjeros. Queramos o no queramos, como vamos a ser un país de acogida de inmigrantes, tendremos que ser solidarios, incluso quienes no quieran serlo".

Díez cree que son improcedentes los temores de que los inmigrantes contribuyan a cualquier desvirtualización de la cultura española o europea. "Europa realmente es una suma", dice. "La UE es una comunidad que aspira al mestizaje. No digo que ya lo haya conseguido, sino que ésa es su aspiración".

El único requisito de convivencia exigible a todos los habitantes de la UE es, según Díez, "el respeto a los derechos humanos. No en vano la UE es algo muy especial, una comunidad única en el mundo: por un lado, hemos mantenido vivos los sueños y no queremos abandonar el Estado de bienestar; por otro, los derechos humanos son una prioridad en la construcción cotidiana de la sociedad. Es un concepto de democracia que va más allá, por ejemplo, del de Estados Unidos: allí el presidente tiene poderes para bombardear Irak, pero no para decidir la universalización de la sanidad. Esa riqueza democrática de la UE no podemos perderla, y ahí nos ayudarán los inmigrantes".

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