Bendita mezcla
Un cuarteto de cuerda es fruto de un delicado juego de contrapesos, y años de trabajo pueden venirse abajo cuando el cambio de uno de sus componentes altera un equilibrio tan frágil como imprescindible. En poco tiempo, el Cuarteto Takács se vio obligado a hacer frente a una situación de consecuencias devastadoras para un grupo de cámara. La muerte de Gábor Ormai, el viola, y el abandono del primer violín, Gábor Takács-Nagy, auguraban la desmembración del cuarteto. El primer Cuarteto Takács era un claro representante de la excelencia pedagógica de la Academia Franz Liszt de Budapest. Por eso sorprendió que quienes ocuparon los atriles vacantes, Edward Dusinberre y Roger Tapping, procedieran de la escuela británica.
Cuarteto Takács Obras de Beethoven
Auditorio Nacional. Madrid, 4 de febrero.
Salir airoso de la interpretación de los Cuartetos op. 59 núm. 1 y op. 131 de Beethoven es algo al alcance de unos pocos. El primero de los Cuartetos Rasumovsky fue una obra dinamitadora de las convenciones del género. El op. 131 es quizá la obra más emblemática del último Beethoven. Era tanto lo que quería contar aquí el compositor alemán que necesitó nada menos que siete movimientos para sincerarse. Y así entiende esta música Takács: como una confesión ininterrumpida.
La principal virtud del Takács es exteriorizar, hacer explícita con una asombrosa naturalidad una música que mira al interior. Movimientos como el Andante del Cuarteto op. 131 siguen conservando su misterio y su polisemia intrínsecas, pero sintiéndolos vividos por ellos, los vivimos con más facilidad. En esta obra los estados de ánimo se suceden abruptamente, sin pausa y el público que abarrotaba la sala los fue haciendo suyos con una expectación creciente.
Babelia
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