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Reportaje:

Lavapiés descubre su osario del XVIII

Antonio Jiménez Barca

Ocurrió en el siglo XVIII. Algún responsable de la por entonces boyante institución de las Escuelas Pías de San Fernando, hoy un esqueleto ruinoso de ladrillo situado en el corazón de Lavapiés, ordenó limpiar el cementerio y arrojar a un osario los restos que sobraban. La semana pasada, un arqueólogo experto en la topografía, geografía e historia del barrio, Juan Gómez Hernanz, descubrió la galería y en ella los huesos de 60 individuos, la mayoría niños y ancianos. Si pudieran hablar, contarían algo parecido a lo que sigue: En el siglo XVII, en la zona,peligrosa como pocas y poblada de maleantes, según cuentan los cronistas, sólo existía un hospital insalubre y una ermita que se caracterizaba, sobre todo, según un religioso escolapio, por ser "guarida de pícaros". Cien años después, un padre escolapio es nombrado capellán de la ermita con el encargo de levantar una escuela para los niños pobres del barrio. El primer día se apuntaron 102 chavales; los días siguientes acudieron muchos más, con lo que la iglesia se quedó pequeña. En 1733, la escuela había crecido lo suficiente como para albergar a 700 niños. Los del barrio que andaban sin blanca tenían prioridad para entrar: "En concurrencia de un niño pobre y otro de padres pudientes, deberá ser preferido el pobre", rezaban las normas, que mandaban guardar las formas: "Los padres [de hijos pobres] podrán pedir limosna por el pueblo para su manutención hasta que tengan renta propia para mantenerse". Los padres también tenían que cumplir unas ordenanzas un tanto extravagantes: "Que cuando tengan noticia del fallecimiento del corregidor, tenientes, regidores y demás de la comunidad que al presente son y en adelante fuesen, han de cantar una misa con vigilia y responso por cada uno".

La institución siguió creciendo, hasta que en 1763 se construyó la iglesia cuyas ruinas adornan hoy la plaza de Agustín Lara. Por entonces ya había cerca de 1300 estudiantes que se repartían de la siguiente manera: "16 en la escuela de mayores, imbuidos en Poesía y Retórica; 50 en sintaxis latina; 103 en rudimentos de menores, 300 en la escuela de escribir; 300 en la escuela de leer; 186 en la escuela de deletrear y 373 en la escuela de Cristus". Las Escuelas Pías agrandaron rápido su planta y su fama. Su biblioteca se contaba entre las mejores de su tiempo. Navegó viento en popa a lo largo del siglo XIX pero en los primeros días de la Guerra Civil fue asaltada por los milicianos. "Los viejos del barrio aún lo cuentan", dice Gómez Hernanz. Los frailes escaparon por las galerias subterráneas como pudieron. Luego llegó la ruina. Cuentan que el archivero escondió los mejores libros en un sótano al que ningún arqueólogo ha podido llegar.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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