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LA REUNIÓN DE DAVOS

Un foro para vender el éxito de la 'nueva economía'

La 'cumbre de las cumbres' fabrica noticias para todos los países en apenas seis días

Lluís Bassets

Klaus Schwab, un profesor de dirección de empresas de Ginebra, organizó en Davos, en 1971, el Primer simposio europeo de management. Llegaba de Harvard, donde había ampliado estudios con la idea de que los empresarios europeos debían aprender de los norteamericanos. Ahora, 30 años después, la economía de la empresa surgida en Estados Unidos ha regresado con nuevas formas al corazón mismo del foro, eclipsando cualquier otra de las grandes cuestiones de debate que ocupan a los poderosos del planeta. Todos, economistas, ejecutivos y políticos, consideran que el comercio electrónico (e-comercio), y más en concreto las transacciones vía Internet de empresa a empresa (business to business), eliminando así intermediaciones inútiles, son el motor del crecimiento y del cambio de cultura económica y financiera que experimenta el mundo desarrollado.El ministro francés de Economía, Christian Sautter, explicó ayer que la implantación del euro y del comercio electrónico en las empresas permitirá que Europa recupere su retraso. El pasado año, el euro, recién estrenado, fue la estrella invitada, lo que dio pie al ejercicio de comparar, una vez más, el modelo americano con el europeo. Este año, sólo Sautter se acuerda de un euro que exhibe su debilidad y se da por hecho que hay un solo modelo económico a seguir. La mitad del encuentro de Davos es una exhibición del éxito de la nueva economía ante los dubitativos europeos. El presidente Clinton, ayer, sábado, y Steve Case, de American On-Line, y Bill Gates, de Microsoft, mañana, lunes, son los protagonistas más esperados.

No hay nubes en el horizonte para los más poderosos y más ricos del mundo. La crisis asiática ha quedado atrás. Estados Unidos experimenta su periodo de crecimiento más prolongado desde el sigloXIX, casi 10 años. El virus del milenio ha quedado en una anécdota. Las bolsas siguen proporcionando ganancias espectaculares.

Klaus Schwab, el fundador del foro, participa plenamente de este diagnóstico, que ha querido vincular al hito del cambio de siglo. La reunión de Davos de este año 2000 es "la primera cumbre del sigloXXI", dijo Schwab en el discurso de apertura, y su objetivo es señalar un "nuevo comienzo". Es decir, aprovechemos el nuevo siglo para intentar hacerlo mejor que en el pasado. La fórmula consiste en combinar "cambio y estabilidad"; "desarrollar una ideología de la renovación perpetua", pero a la vez "preservar las tradiciones culturales", y construir "el marco de una moral compartida y de estándares éticos".

Tras el fracaso de la Cumbre del Milenio en Seattle, el Foro de Davos ha intentado aprender la lección, aunque no ha podido evitar que las manifestaciones llegaran hasta sus puertas. El historiador Samuel Huntington se ha inventado un "hombre de Davos" enfrentado al "hombre de Seattle" para explicar las dos culturas políticas y sociales que se enfrentan en torno a la globalización. El economista Paul Krugman ha añadido que el "hombre de Davos", aunque cuenta con la razón, tiene un problema de imagen. Schwab piensa lo mismo y no quiere que nadie pueda sentirse excluido ni puedan acusarle de encabezar una organización elitista. Ha invitado a varios líderes de los movimientos contra la globalización, como el dirigente francés José Bové. No es para menos: el 50% de los empresarios que han acudido a Davos piensa que la nueva revolución tecnológica aumentará las diferencias entre los países desarrollados y los subdesarrollados, frente a un 38% que cree lo contrario. Y llegan a un 63% los que piensan que Internet aumentará las diferencias entre ricos y pobres.

Klaus Schwab no comparte únicamente la euforia norteamericana, sino que participa directamente de la nueva economía gracias precisamente al Foro de Davos. El profesor suizo cuenta con paquetes de opciones sobre acciones de las compañías USWeb e i2i, contratadas por el foro y dedicadas fundamentalmente al business to business. No lo ha revelado ningún medio europeo sospechoso de actitudes antiempresariales, sino The Wall Street Journal. Por primera vez, las críticas a Davos llegan del otro lado. The Washington Post ha señalado que Schwab vende tiempo de intervención a los ejecutivos de las grandes empresas a cambio de suculentos patrocinios.

Todo esto es fruto del éxito fabuloso de esta cumbre de las cumbres, una concentración desbordante de debates, conferencias, reuniones y ruedas de prensa donde se fabrican noticias para todos los países y continentes en apenas seis días de reuniones simultáneas y en la que participan 33 jefes de Gobierno y de Estado, 300 políticos en ejercicio, más de 1.000 ejecutivos de las mayores y más dinámicas empresas mundiales, centenares de expertos de todos los ramos del saber y varios centenares de periodistas. No toman ni una sola decisión. Nadie redacta conclusión alguna. No es un Gobierno mundial oficioso ni una potencia oculta. Ni se trata de una conspiración de magnates sentados sobre bolsas de oro. Es una feria internacional del poder, en la que la principal mercancía que se exhibe es la información, los contactos, la capacidad de predicción y de diagnóstico, a través de las reuniones y contactos privilegiados entre expertos, ejecutivos y comunicadores.

Davos genera cada año algún acontecimiento destacado en las relaciones políticas internacionales. El ministro de Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, pidió confianza en Gorbachov en la reunión de 1987, dos años antes de la caída del muro de Berlín. La unificación alemana, las transiciones democráticas en Europa central y oriental o la reconciliación en Suráfrica cuentan en sus cronologías con citas decisivas en el foro anual. Este año, los organizadores han conseguido sentar juntos a Robert Kocharian y a Heydar Aliev, presidentes, respectivamente, de dos países enfrentados como Armenia y Azerbaiyán. Pero la política no está ahora en su mejor momento. Rusia y su guerra en Chechenia apenas han estado presentes. China, en cambio, apetecida como futura gran potencia y enorme mercado, está en todos los pensamientos y en numerosos debates.

El foro se ocupa también de los temas más insólitos, como la espiritualidad, la beneficencia, el sexo o la buena salud de los ejecutivos. Schwab ha conseguido crear un extraño espejo del mundo, una especie de oráculo de la aldea global, en el que se reúnen los augures que explican el futuro, los magos que conjuran la mala suerte, los gurus que enseñan ascética y mística, los príncipes preocupados por la estabilidad de su poder, los magnates por el destino de su riqueza, los sacerdotes que ofician las ceremonias oraculares, o los juglares y filósofos que acompañan a los poderosos. El fundador del foro aparece así como el secreto sumo sacerdote de la globalización, algo así como un maestro Yoda de la guerra de las galaxias digitales que recibe, reverencial y pausado, al emperador en su misterioso y alejado refugio nevado.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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