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Tribuna:NEGRITAS
Tribuna
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La casa de uno

ESPERANZA PELÁEZLa casa de uno es un lugar para estar a gusto y libre de amenazas externas. Fuera hay un montón de peligros que acechan. Claro, que estos peligros no son los mismos para todos. Para Rosario Ortiz, vecina de Antequera, el peligro tiene forma de pino. Esta mujer ha emprendido una batalla con el Ayuntamiento para que le retiren un ejemplar de más de treinta años que hay junto a su vivienda porque le ocasiona unas molestias insólitas.

Ortiz asegura que por culpa del árbol ha perdido la visión de un ojo, el sol que entraba en su patio y un montón de muebles. Lo del ojo, dice, es por una alergia, lo de los muebles, por la polilla que salta del pino al interior de la casa. Lo del patio no necesita explicación. Pero imagínense, si un árbol genera tanto desastre, con lo inofensivos que parecen, ¿qué no habrá que temer de cualquier otra cosa que se oculte tras la puerta?

Otro que anda muy preocupado por la seguridad de su casa es Jesús Gil y Gil. Lo que pasa es que Gil le llama su casa a cosas que otros no entenderían como casas ni como suyas. En esta ocasión, cuando habla de casa se refiere al Atlético de Madrid. El ex presidente del club no se explica de ningún modo que el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón haya ordenado la intervención del club. "Es como si vas a tu casa y de repente ves a los guardias civiles que te dicen que te vayas, les enseñas las escrituras de propiedad y te dicen que vuelvas dentro de un mes", relata. El problema es que el juez sospecha que esta tercera residencia -las otras dos serían el Ayuntamiento de Marbella y el Club Financiero- se la ha comprado don Jesús defraudando a los copropietarios y hasta en ocasiones utilizando dinero del consistorio marbellí, que es la casa de todos pero hasta cierto punto.

Los que no se van a despegar de su sillón tan alegremente en adelante en una Nochevieja son los miembros de la Benemérita. Coproper, una asociación de guardias civiles, ha denunciado que los funcionarios del cuerpo que trabajaron la noche del 31 de diciembre pasado -o sea, todos- sólo cobraron 115 pesetas por hora trabajada. Es decir, que en ocho horas de guardia en el cuartel o por las calles, sin poder beber ni divertirse, y sin ni siquiera un mal efecto 2000 que contener, sacaron apenas para el chocolate con churros. Para eso, mejor se hubieran quedado en casa. Aunque ya sabemos que ahí tampoco estamos a salvo.

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