Haider se acerca
Las alarmas suenan en Europa ante la posibilidad inminente de que Austria, uno de los socios de la Unión, tenga un Gobierno con presencia relevante de la extrema derecha, tras abandonar los socialdemócratas su intento de renovar alianza con los conservadores. El presidente Klestil, que en última instancia ha de bendecir la formación del nuevo Gabinete o forzar otras elecciones, tuvo que salir ayer al paso de estos temores asegurando que el sistema democrático no peligra en su país. Jörg Haider, un político populista proclive al neonazismo, pide una oportunidad para defender credenciales democráticas.En tres meses de negociaciones poselectorales, los partidos que han controlado el poder en Austria desde 1945, los socialdemócratas de Viktor Klima y los conservadores populares de Wolfgang Schuessel, no han sido capaces de llegar a un acuerdo. Personalismos aparte, la razón última de su fracaso es precisamente el éxito del Partido Liberal del ultraderechista Haider en las elecciones de octubre. Por primera vez en medio siglo, Austria tiene tres partidos de similares dimensiones, en lugar de dos. Y esto lo ha cambiado todo. Es más, la formación de Haider, segunda tras los socialdemócratas, sigue subiendo en los sondeos; su jefe sería, con muchas probabilidades, el futuro canciller austriaco si se celebrasen nuevos comicios.
El Gobierno que se perfila, dirigido por Schuessel, actual ministro de Exteriores, es una alianza entre derecha y extrema derecha (populares y liberales), pero sin la presencia de Haider, un hombre al que la más elemental prudencia aconseja por el momento permanecer en una relativa sombra. Si en Austria importa menos, en el resto de la UE se vería como una provocación que entrara en el Gobierno el autor de celebradas declaraciones, hace pocos años, sobre la eficacia de la política laboral nazi o la honorabilidad de los austriacos que pertenecieron a las SS hitlerianas.
Las causas del imparable ascenso del xenófobo Haider en un país de elevado nivel económico, y también de acogida inmigratoria, han sido analizadas. Pero no es ocioso recordar que, como suele suceder, los partidos que han compartido inveteradamente el poder no son ajenos a ello. La regla de la proporción, por la que socialdemócratas y conservadores han patrimonializado el veredicto de las urnas, repartiéndose estrictamente durante décadas hasta el último cargo, tiene mucho que ver con el cansancio del electorado. Cuando el aterrizaje de Haider sobre la antesala de palacio parece inminente, quizá es hora, no sólo para Austria, de aprender la lección. Sobre otras consecuencias del relevo que se incuba en Viena, el tiempo pronunciará enseguida su veredicto.
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