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Recurso bajo palio

FÉLIX BAYÓN

Manuel Chaves tiene que ser un hombre de suerte. Sólo al azar se puede atribuir que sean sus adversarios los que le faciliten los mejores argumentos electorales. El anuncio, hecho al comienzo de la precampaña autonómica, de que el Gobierno del PP va a recurrir la Ley de Cajas de Andalucía, es el mejor regalo que a Chaves le podían hacer.

Es curioso que nadie en el Gobierno haya reflexionado sobre los efectos de este recurso, que podría paralizar un proceso de fusión de Cajas que -con todos los matices posibles- se considera beneficioso para el futuro económico de Andalucía. Y todo, para defender los intereses de la Iglesia Católica, o, para ser más exactos, de uno de sus clérigos, al que no le sale de la sotana jubilarse como la Ley manda.

El asunto es toda una invitación al agravio comparativo -al que tan aficionados somos en estas tierras-, si se tiene en cuenta que el recurso se produjo, además, justo después de que ese mismo Gobierno del PP llegara a un acuerdo con el Gobierno vasco para buscar salidas extrajudiciales al contencioso ocasionado por las ventajas fiscales concedidas por las Haciendas vascas a las empresas que se establecen en aquella comunidad.

Que se antepongan unos hipotéticos derechos de la Iglesia Católica -o, más bien, insisto, de uno de sus funcionarios- al desarrollo financiero de Andalucía es algo que resulta duro de asimilar. En cualquier caso, no parece ésta una decisión que proceda de la reflexión y sí, más bien, de un explosivo cóctel de adrenalina y testosterona, algo insólito, porque que en nuestro mundo desarrollado y democrático ni en los cuarteles se hacen ya las cosas sólo "por cojones".

Pero no debería de extrañarnos. El recurso de la Ley de Cajas de Andalucía está hecho siguiendo los mismos métodos que llevaron al Gobierno a negarse a aceptar los censos reales de Andalucía, a no recibir a las autoridades andaluzas y a ningunearlas cuando los ministros de Madrid han pasado por aquí de visita: a base sobre todo de adrenalina y testosterona y con muy poquita -o más bien ninguna- reflexión.

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Pocos días después de la victoria del PP en las legislativas de 1996, un amigo me hizo el chiste de que lo peor que podía pasar es que el PP se pensara que más que unas elecciones había ganado una guerra. Desgraciadamente, más que un chiste aquello fue una profecía. La política de José María Aznar con Andalucía se parece bastante a la que Franco dedicaba a los que consideraba "desafectos", como a los vascos a los que privó de los privilegios forales tras su victoria en 1939.

Ahora, volviendo a la estética de aquellos años, el Gobierno de Madrid parece considerar que el sistema financiero andaluz no merece otra función que la de llevar las andas para que el cura Castillejo -el presidente de Cajasur- pueda marchar, majestuoso, bajo palio.

Asusta bastante esta derecha de querencias atávicas y amistades peligrosas. Así, nadie puede extrañarse de que fueran los consejeros del Poder Judicial elegidos por el PP los únicos que defendieron que Pilar Ramírez no fuera expulsada de la carrera judicial.

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