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Bodegón con pizza incluida

Naiara Galarraga Gortázar

El plan era de lo más apetecible: olvidarse por un miércoles de las clases de la mañana -una hora de euskera, otra de lengua y dos de naturales- para ir de expedición al Museo de Bellas Artes, en Bilbao, a conocer en detalle ese género pictórico llamado bodegón. Y descubrieron que va mucho más allá de pintar objetos colocados sobre una superficie. A Marta, Laura y al resto de su clase les explicaron la importancia de los objetos elegidos, de su ubicación y de la luz en el resultado final. Este par de mellizas de 10 años descubrió que incluso los ojos con los que se observa influyen, y de qué manera, en el cuadro final.La jarra transparente, la cesta de pan y el cuenco marrón que tenían que plasmar en un papel eran los mismos para ambas. Ellas los habían elegido de unos enormes cajones repletos de manzanas, rodajas de queso, trozos de pan,... de papel maché. Sentadas en un pupitre en el piso alto de la pinacoteca, los dibujos que de la mano de una y otra iba saliendo eran muy diferentes. Marta trasladó a su bodegón unos minúsculos objetos vistos en perspectiva. Laura prefirió, en cambio, colocar los enormes objetos todos en el mismo plano. "Es que cada una ve las cosas diferentes", exclamó una de ellas. Aunque también compartían la caja de ceras, ni siquiera los colores elegidos por cada una eran de tonalidad similar a los de la otra.

Las jóvenes generaciones demostraron también que un trozo de pizza, una hamburguesa, un donut o una tableta de chocolate no tienen por qué desentonar en un bodegón. Quizá por la novedad, pero lo cierto es que estos productos tan conocidos por la chavalería aficionada a la comida rápida y la bollería industrial eran los más requeridos en las diversas piezas.

Antes de lanzarse a la aventura de montar un bodegón y plasmarlo en un folio, la veintena de niños recorrió en buena compañía la exposición El bodegón. Los artistas María Isabel Román y Eduardo López, reconvertidos temporalmente en monitores de los talleres didácticos de la pinacoteca, les acompañaron en la fructífera visita en la que la chavalería no se limitó a contemplar los bodegones reunidos. El paseo pretendía ser también un detonante para que cada niño reflexionase sobre lo que los pintores pretendían expresar en sus cuadros.

El año pasado, casi 15.000 escolares participaron en este tipo de talleres didácticos, gratuitos y destinados a niños de entre 6 y 14 años, que organiza el Museo de Bellas Artes. Los domingos por la mañana se hacen unos expresamente dedicados a familias. Hace falta reservar (944 39 61 41).

Ayer era el turno de la clase de 5ºB del colegio bilbaíno Pío Baroja. Era un día especial para buena parte del alumnado, por que pisaba por primera vez en su vida el Museo de Bellas Artes. Era el caso de las mellizas Marta y Laura. Y eso que desde los cinco años van una vez por semana a una academia a aprender a pintar. Ambas aseguraban que, la próxima vez que su abuela les proponga ir al museo, dirán que sí.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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